viernes, 22 de febrero de 2013

Deshaciéndonos de la Grasa.

"Les aseguro que el que no reciba el reino de Dios como un niño, de ninguna manera entrará en él" (Lucas 18:17 NVI)
"Mientras más sabiduría, mas problemas; mientras más se sabe, más se sufre" (Eclesiastés 1:18 NVI) 

Las palabras de Jesús en Lucas 18:17 no tenían especial significado para mí, en realidad eran uno de esos versículos que uno simplemente lee, pero nada más.

Durante el año pasado, trabajé con los niños de la iglesia a la que asisto y recién entonces vine a comprender la "Fe de niño": Ellos simplemente creen.

Es así de simple. Nosotros sometemos todo al análisis: que la exégesis, que el griego, que la iglesia de la otra esquina, que el papa, que la tradición, que el pastor, que el hermano tanto, que la ciencia, que el history channel, que el canon ya está cerrado, que el calentamiento global, que la telenovela....  y así quedamos con la cabeza revuelta y nuestra fe por el suelo.

¡Y nadie nos manda! . . . solitos nos "calentamos la cabeza" -como decimos en Chile- y, como se dice tradicionalmente, "nos perdemos la bendición".

Hace un par de semanas atrás me hice un examen rápido de grasa corporal. Resulta que soy delgado, pero debido a que soy un hombre de libros (es decir, sedentario), mi nivel de grasa corporal está "un poco sobre lo normal".

Cuando uno tiene mucha grasa en el cuerpo, se pone lento, pesado, se pierde la agilidad y todo da flojera. Con mi esposa hemos tomado la determinación de hacer un poco más de actividad física (créanme que es un gran esfuerzo para nosotros), a fin de ganar algo de ánimo y agilidad.

"El oferente presentará al SEÑOR, como ofrenda por fuego, las siguientes partes del animal: la grasa, que recubre los intestinos y la que se adhiere a éstos, los dos riñones y la grasa que los recubre, la grasa que recubre los lomos, y también el lóbulo del hígado, el cual se extraerá junto con los riñones. Entonces el sacerdote quemará todo esto en el altar. Es una comida, una ofrenda presentada por fuego de aroma grato. Toda la grasa pertenece al SEÑOR." (Levítico 3:14-16 NVI, énfasis añadido)
Lo maravilloso de la Biblia, es que la podemos leer en un plano físico: Es sano no comer grasa. También la podemos leer en un plano espiritual: Hay que deshacerse de la grasa espiritual. Es decir, de todas aquellas cosas que nos ponen lentos y pesados; y que al final impiden que recibamos el reino de Dios como niños.

La pregunta es entonces: ¿cuál es mi grasa espiritual? En Levítico leemos que a lo menos hay 3 tipos de grasas distintas. Deduzco por lo tanto, que para el espíritu hay distintos tipos de grasa.

Creo que cada uno de nosotros tiene impedimentos y trabas que hacen que nuestra fe sea lenta, pesada y compleja; todo lo contrario a la fe de un niño que es ágil, ligera y simple.

Un atleta es rápido porque se ejercita. Un informático es lento porque es sedentario. ¿Cómo está el sedentarismo espiritual? ¿oramos? ¿leemos la Biblia? ¿hablamos con Dios? ¿le ofrecemos nuestra grasa?

Sabemos que Jesús es nuestro sacerdote, así que ¿por qué no presentarle nuestra grasa espiritual para que él la queme en el altar del cielo?

Si entregamos las cargas e impedimentos que entorpecen nuestra fe, entonces Él quemará todas esas cosas. De hecho, debemos hacerlo, ya que toda la grasa pertenece al Señor.

Por lo tanto, debemos deshacernos de todo el caldo de cabeza, sujetando y tomando autoridad sobre nuestros pensamientos; llevando todas las veces que sea necesario nuestros recuerdos, nuestros prejuicios, nuestra experiencia, nuestros malos momentos, nuestras dudas y temores, ante Jesús.

"Destruimos argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevamos cautivo todo pensamiento para que se someta a Cristo" (2 corintios 10:5 NVI)

Complementariamente, debemos ejercitarnos espiritualmente: Orar, leer la Blblia, meditar la Bibliavivir la Palabra, predicar el evangelio, hablar de Dios con nuestros amigos, alabar, asistir al culto, pensar menos en la gente y más en Jesús.

Hace poco tiempo atrás decidí hacer esto: cada vez que viene a mi mente un pensamiento o recuerdo que sé que impide que mi fe sea como la de un niño, hago esta oración: "Jesús, te entrego este pensamiento para que lo quemes en el altar. Sácalo de mi cabeza y llévatelo de acá" y luego obligo a mi dura cabeza a llevar los pensamientos en otra dirección. Es un ejercicio difícil al comienzo, pero con el tiempo se ha ido tornando más fácil.

También trato de orar en todo tiempo. El viaje en la mañana a la oficina es un excelente momento para hablar con el Padre. De hecho este artículo lo escribí a partir de la conversación de hoy. La oración hay que llevarla al siguiente nivel: Debe ser contínua, del mismo modo que la adoración... Créeme que cuesta, pero se puede.

Te animo a deshacerte de tu grasa espiritual. Entrega tu grasa a Jesús para que la queme, todas las veces que sea necesario. Créeme que Jesús lo hará siempre que se lo pidas.

"No se inquieten por nada; más bien, en toda ocasión, con oración y ruego, presenten sus peticiones a Dios y denle gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, cuidará sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús." (Filipenses 4:6-7 NVI, énfasis añadido)

lunes, 18 de febrero de 2013

Que vida mas grata!

Creo que no hay nada más grato que caminar por la vida con la seguridad de que las cosas están y estarán bien.

Con mi esposa tenemos esa paz de saber que aunque el cielo tenga nubarrones, al final es Dios quien tiene el control de las cosas y que, aunque a veces parezca que estamos en un callejón sin salida, Él siempre abre una puerta que nadie puede cerrar.

Podemos caminar con seguridad, sabemos que Él nos cuida como si fuéramos la parte blanca de su ojo y que aunque muriéramos estaremos con Él, en su justicia y su reino.

En este mundo de tiranos, de delincuentes, de opresión, de locura materialista, de crisis económica e incertidumbre política, da gusto poder caminar todos los días con una sonrisa, sabiendo que desde que entregamos nuestras vidas a Jesús, tenemos todo garantizado tanto en esta vida como en la venidera.

"El que habita al abrigo del altísimo
y se acoge a la sombra del Omnipotente,
dice al Señor: 'Tú eres mi esperanza, mi Dios,
¡el castillo en que pongo mi confianza!'

El Señor te librará de las trampas del cazador;
te librará de la peste destructora.
El Señor te cubrirá con sus plumas,
y vivirá seguro debajo de sus alas.
¡Su verdad es un escudo protector!

No tendrás temor de los terrores nocturnos,
ni de las flechas lanzadas de día;
no temerás a la peste que ronda la oscuridad,
ni a la mortandad que destruye a pleno sol.

A tu izquierda caerán mil,
y a tu derecha caerán diez mil,
pero a ti no te alcanzará la mortandad.
¡Tú lo verás con tus propios ojos!
¡Tú verás a los impíos recibir su merecido!

Por haber puesto al Señor por tu esperanza,
por poner al Altísimo como tu protector,
no te sobrevendrá ningún mal,
ni plaga alguna tocará tu casa.

El Señor mandará a sus ángeles a ti,
para que te cuiden en todos tus caminos.
Ellos te llevarán en sus brazos,
y no tropezarán tus pies con ninguna piedra.
Aplastarás leones y víboras;
¡pondrás tu pie sobre leones y serpientes!

'Yo lo pondré a salvo, porque él me ama.
Lo enalteceré, porque él conoce mi nombre.
Él me invocará, y yo le responderé;
estaré con él en medio de la angustia.
Yo lo pondré a salvo y lo glorificaré.
Le concederé muchos años de vida, 
y le daré a conocer mi salvación'"  (Salmo 91, RVC)