lunes, 22 de abril de 2013

¿Es verdad que sólo podemos congregarnos el sábado?

“Hay quien considera que un día tiene más importancia que otro, pero hay quien considera iguales todos los días. Cada uno debe estar firme en sus propias opiniones. El que le da importancia especial a cierto día, lo hace para el Señor. El que come de todo, come para el Señor y lo demuestra dándole gracias a Dios; y el que no come, para el Señor se abstiene, y también da gracias a Dios.” (Romanos 14:5-6 NVI)
Tal como dice Pablo en su carta a los cristianos de Roma, hay personas que dan más importancia a unos días que a otros. Hay personas que dan especial importancia al día Sábado, reservándolo como día de culto (es decir el día en que “se va a la iglesia”).

No hay nada de malo en eso. Hay iglesias que también hacen culto a mediado de semana, ya sea día miércoles o jueves, algunas también tienen culto el día viernes, lo que es muy bueno ya que hay personas que trabajan los fines de semana y así pueden asistir al culto.

Lo triste, es que hay personas e instituciones religiosas completas que consideran que el sábado es el único día válido para el culto, calificando a las personas que celebran el culto otro día como “apóstatas”, “paganos”, “perdidos”, “condenados al infierno”, etc...

Hay una característica común de estos grupos que llama mi atención y considero que debe ser examinada con sumo cuidado. Ellos dicen: “si no adoras el día sábado, no eres salvo”. ¡Cuidado!

Ésta es una declaración sumamente delicada. Uno puede aceptar que celebren el culto tal o cual día, porque lo hacen para Dios, y eso está bien. Pero declarar abiertamente que la salvación de una persona está sujeta a celebrar el culto tal o cual día no está para nada bien.

La decisión de celebrar el culto el día sábado se basa en dos premisas principales:

1. Dios apartó el séptimo día para sí (sábado) y luego estableció en la Ley que ese día debía ser guardado:

“Al llegar el séptimo día, Dios descansó porque había terminado la obra que había emprendido. Dios bendijo el séptimo día, y lo santificó, porque en ese día descansó de su obra creadora.” (Génesis 2:2-3 NVI)
“Acuérdate del sábado, para consagrarlo. Trabaja seis días, y haz en ellos todo lo que tengas que hacer, pero el día séptimo será un día de reposo para honrar al SEÑOR tu Dios. No hagas en ese día ningún trabajo, ni tampoco tu hijo, ni tu hija, ni tu esclavo, ni tu esclava, ni tus animales, ni tampoco los extranjeros que vivan en tus ciudades. Acuérdate de que en seis días hizo el SEÑOR los cielos y la tierra, el mar y todo lo que hay en ellos, y que descansó el séptimo día. Por eso el SEÑOR bendijo y consagró el día de reposo.” (Éxodo 20:8-11 NVI)
2. Jesús se reunía en la sinagoga el día sábado a enseñar y predicar:

 “(Jesús) Fue a Nazaret, donde se había criado, y un sábado entró a la sinagoga, como era su costumbre.” (Lucas 4:16a NVI, paréntesis agregado)
“Jesús pasó a Capernaúm, un pueblo de Galilea, y el día sábado enseñaba a la gente.” (Lucas 4:31 NVI) 
“Otro sábado (Jesús) entró en la sinagoga y comenzó a enseñar.” (Lucas 6:6 NVI, paréntesis agregado) 
El razonamiento es más o menos así: “Los diez mandamientos dicen que debo guardar el sábado. Jesús predicaba los sábados. Por lo tanto debemos celebrar el culto el sábado.” 

No hay problema alguno en ese razonamiento, según Romanos 14. Creo que es una buena forma de honrar a Dios y de recordar a Jesús. No obstante hay un problema adicional y es el siguiente.


Las personas (y/o religiones) que practican el razonamiento anteriormente mencionado también dicen: “Si no celebras el culto el sábado, no estas guardando el sábado, por lo tanto has quebrantado la ley e irás al infierno”


Y esa es una declaración: falsa, mal informada, peligrosa y esclavizante.

Falsa: El guardar la ley no nos hace salvos. Es la fe en Jesucristo la que nos hace salvos:

“Nosotros somos judíos de nacimiento y no pecadores paganos. Sin embargo, al reconocer que nadie es justificado por las obras que demanda la ley sino por la fe en Jesucristo, también nosotros hemos puesto nuestra fe en Cristo Jesús, para ser justificados por la fe en él y no por las obras de la ley; porque por éstas nadie será justificado.” (Gálatas 2:15-16 NVI)
“No desecho la gracia de Dios. Si la justicia se obtuviera mediante la ley, Cristo habría muerto en vano.” (Gálatas 2:21 NVI)
“Porque sostenemos que todos somos justificados por la fe, y no por las obras que la ley exige.” (Romanos 3:28 NVI) 
“Ésta es la palabra de fe que predicamos: que si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor, y crees en tu corazón que Dios lo levantó de entre los muertos, serás salvo.” (Romanos 10:9 NVI) 
Mal informada: En el quinto mandamiento, Dios estableció que el sábado sería un día de reposo para honrar al Señor y para recordar que en seis días había creado los cielos y la tierra. En ninguna parte dice que sería un “día de reunión” ni un día de culto. El sábado se establece como un día de reposo.

Tú puedes decir, "pero Jesús iba a la sinagoga el día sábado". Pero si buscas en el Antiguo Testamento la palabra “sinagoga” ¡no la encontrarás!. Las sinagogas sólo son mencionadas en el Nuevo Testamento.

Las sinagogas hicieron su aparición durante el cautiverio en Babilonia (muchos, muchos años después de que Dios entregó la Ley a Moisés) debido principalmente a la necesidad de un centro de instrucción y culto (el Templo estaba en ruinas). Luego del retorno de la cautividad, las sinagogas siguieron manteniendo su papel como centros para la instrucción.

La reunión en la sinagoga se estableció como una tradición humana, que sentó las bases de la futura Iglesia, pero nunca fue ordenada por Dios, menos aún el día sábado. No hay problema alguno en que exista esta tradición, el problema esta cuando a la tradición se le da el mismo peso que la Ley.

“Él les contestó:
-Tenía razón Isaías cuando profetizó acerca de ustedes, hipócritas, según está escrito:
'Este pueblo me honra de labios, pero su corazón está lejos de mí. En vano me adoran; sus enseñanzas no son más que reglas humanas.'
Ustedes han desechado los mandamientos divinos y se aferran a las tradiciones humanas.” (Marcos 7:6-8 NVI)
“Cuídense de que nadie los cautive con la vana y engañosa filosofía que sigue tradiciones humanas, la que va de acuerdo con los principios de este mundo y no conforme a Cristo.” (Colosenses 2:8 NVI)
Jesús no tuvo problemas con la tradición de asistir a la sinagoga el día sábado, lo que nos demuestra que no hay nada de malo en esta tradición, pero si enfrentó de lleno a los fariseos que daban a esta tradición el mismo peso que a la Ley.

Peligrosa: Muchas personas creen con toda sinceridad que “obedeciendo los mandamientos” serán salvos. Muchas personas creen que están justificadas delante de Dios por el hecho de celebrar el culto el día sábado. Muchas personas no logran dimensionar el sacrificio de Cristo y creen que se necesita algo más.

Nada de lo que hagamos puede perfeccionar el sacrifico de Cristo. Es imposible, porque Jesús se presentó como sacrificio perfecto. No podemos mejorar la perfección. Los cristianos de Galacia intentaron hacerlo y mira lo que les dijo Pablo:

“¡Gálatas torpes! ¿Quién los ha hechizado a ustedes, ante quienes Jesucristo crucificado ha sido presentado tan claramente? Sólo quiero que me respondan a esto: ¿Recibieron el Espíritu por las obras que demanda la ley, o por la fe con que aceptaron el mensaje? ¿Tan torpes son? Después de haber comenzado con el Espíritu, ¿pretenden ahora perfeccionarse con esfuerzos humanos? ¿Tanto sufrir para nada?¡Si es que de veras fue para nada!” (Gálatas 3:1-4 NVI)

Al creer que las obras de la ley nos justifican delante de Dios, estamos despreciando a Cristo, estamos haciendo a un lado la sangre ofrecida en la cruz y estamos declarando con nuestra actitud que podemos ser salvos sólo con nuestras obras.

“Todos los que viven por las obras de la ley están bajo maldición, porque está escrito: <<Maldito sea quien no practique fielmente todo lo que está escrito en el libro de la ley>>. Ahora bien, es evidente que por la ley nadie es justificado delante de Dios, porque <<el justo vivirá por la fe>>” (Gálatas 3:10-11 NVI)

Mi pregunta es esta: ¿estás despreciando a Cristo? ¿crees que su sacrificio no fue suficiente? ¿crees que tus acciones serán las que completen la obra de Cristo?

“El que se niega a honrar al Hijo no honra al Padre que lo envió.” (Juan 5:23b NVI) 

Esclavizante: Hay personas que han perdido el trabajo por asistir al culto el sábado. Hay personas que han dejado de lado a familiares por asistir al culto el sábado. Hay personas que no pueden tomarse vacaciones para no dejar de aisistir al culto el sábado.

¡Y no están honrando a Dios! ¡No están amando más a Jesús que a su trabajo y/o familiares! ¡Están despreciando la sangre de Cristo! Al creer que están agradando a Dios por el hecho de cumplir con el culto del sábado le están gritando en la cara a Jesús: “¡Tu sacrificio no fue suficiente!”

¡Eso se llama esclavitud! Obligar a una persona a cumplir con cierto rito bajo pena de “ir al infierno” es esclavizante y humillante. Jesús compró nuestra libertad con su sangre. Ese es el centro del Evangelio.

“Dios nos dio vida en unión con Cristo, al perdonarnos todos los pecados y anular la deuda que teníamos pendientes por los requisitos de la ley. Él anuló esa deuda que nos era adversa, clavándola en la cruz. Desarmó a los poderes y a las potestades, y por medio de Cristo los humilló en público al exhibirlos en su desfile triunfal.
Así que nadie los juzgue a ustedes, por lo que comen o beben, o con respecto a los días de fiesta religiosa, de luna nueva o de reposo. Todo esto es una sombra de las cosas que están por venir; la realidad se halla en Cristo. No dejen que les prive de esa realidad ninguno de esos que se afanan en fingir humildad y adoración de ángeles.” (Colosenses 2:13b-18a NVI)

Conclusión

En tiempos de Jesús, los fariseos tenían el mismo modus operandi. Vivían atentos al cumplimiento de una serie de requisitos que ellos mismos se habían inventado con respecto a la adoración a Dios. Jesús les dijo:

“¡Ay de ustedes, maestros de la ley y fariseos, hipócritas! Recorren tierra y mar para ganar un sólo adepto, y cuando lo han logrado lo hacen dos veces más merecedor del infierno que ustedes.” (Mateo 23:15 NVI)
“¡Serpientes! ¡Camada de víboras! ¿Cómo escaparán ustedes de la condenación del infierno? (Mateo 23:33 NVI) 
Este es el típico proceder de los religiosos que desprecian la sangre de Cristo. Como no les parece sufiente lo que Jesús hizo en la cruz por ellos, insisten en agregarle algo más: "Ven sólo a nuestra iglesia", "Vístete sólo de tal forma", "No debes comer tal cosa", "Debes guardar el sábado", "Debes diezmar", "Sólo puedes leer lo que te digamos" . . . etc.. etc.. etc... 


Nada de lo que hagamos puede ser añadido a la obra de Cristo. Nada de lo que hagamos mejorará el sacrificio de Cristo. Ninguna de nuestras tradiciones puede perfeccionar lo que Dios ha hecho por nosotros. Jamás podremos comprar a Dios con nuestros actos ni con nuestra mal llamada “santidad”. Si despreciamos la Cruz de Cristo, no tenemos más que hacer. Si piensas que tus obras son imprescindibles para ser salvo, piensa esto: ¿para qué murió Jesús?

Recomiendo leer: Mateo 22, Isaías 1, Lucas (completo), Romanos (completo), Gálatas (completo), Colosenses (completo).

viernes, 19 de abril de 2013

De imperfección en imperfección

Los gentiles cristianos fallamos al intentar entender la Ley, los judíos mesiánicos fallan al intentar entender la gracia...

Y así, todos juntos, somos una iglesia imperfecta. Un gran grupo de humanos y hermanos que con nuestras limitadas mentes nos esforzamos por entender lo grandioso del milagro de la salvación.

"Y es que sólo conocemos y profetizamos de manera imperfecta, pero cuando venga lo perfecto, lo que es imperfecto se acabará." (1 Coritios 13:9-10 RVC)
Y casi todos hemos fallado al entender la eternidad. Porque ansiamos y queremos para hoy, las promesas que son eternas, porque ansiamos y queremos hoy imponer el reino eterno, porque ansiamos y queremos hoy lo que nos será entregado en la vida eterna.

"Ahora vemos con opacidad, como a través de un espejo, pero en aquel día veremos cara a cara; ahora conozco en parte, pero en aquel día conoceré tal y como soy conocido" (1 Corintios 13:12 RVC) 
Y es así como ha sido, y es así como seguirá siendo hasta que Jesús vuelva. Dios no se ha intimidado ante la tremenda imperfección del hombre, sino que por medio de hombres y mujeres imperfectos ha logrado la obra perfecta de abrir una puerta que nadie puede cerrar, para que todo el que crea tenga acceso a la vida eterna.

Todos nos equivocamos, todos fallamos, todos entendemos de modo incompleto, pero aún eso no es obstáculo si quieres alcanzar a Cristo. Por eso Dios lo ha hecho fácil.

"Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna." (Juan 3:16 RVC)

Y cuando somos concientes de nuestras imperfecciones, más nos aferramos al único que es perfecto. Nuestros temores se desvanecen porque al ser concientes de nuestra imperfección dejamos de confiar en nosotros mismos.

En esta vida ajetreada, donde dependemos de nuestro propio éxito no hay espacio para la imperfección. No obstante ahí está. Por mucho que la escondamos debajo de la alfombra seguirá ahí.

Y aún seguiremos chocando contra la pared, dándonos golpes de cabeza unos a otros, hasta el día que Jesús vuelva. Mientras tanto aferrémonos a Él, confiemos en Él, creamos en Él, aprendamos de Él. Nuestra imperfección seguirá con nosotros, porque sólo Él puede quitarla.

Nuestra misión es ser concientes de ella.

viernes, 12 de abril de 2013

Saliendo de Egipto

Todos tenemos un propósito en esta vida. No estamos aquí por azar como dicen algunos que se hacen llamar “sabios”. Tú, que lees esto, debes saber que Dios ha escrito un destino para ti, sin importar las circunstancias que te trajeron a este mundo, tomar ese destino perfecto y hacerlo real depende de tu decisión.

“Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito de muchos hermanos.” (Romanos 8:29)

Tomemos la historia de Moisés. Después de que Jacob se estableció con sus hijos en Egipto durante los 7 años de hambre, los israelitas comenzaron a crecer y a multiplicarse. Cuatrocientos años después de la llegada de los israelitas a Egipto, el escenario había cambiado. Los faraones habían olvidado a José y comenzaron a ver a los israelitas como una amenaza para su existencia nacional. Por lo tanto, decidieron someterlos a la esclavitud a fin de disminuir su poderío.

“Murieron José y sus hermanos y toda aquella generación. Sin embargo, los israelitas tuvieron muchos hijos, y a tal grado se multiplicaron que fueron haciéndose más y más poderosos. El país se fue llenando de ellos.
Pero llegó al poder en Egipto otro rey que no había conocido a José, y le dijo a su pueblo: <<¡Cuidado con los israelitas, que ya son más fuertes y numerosos que nosotros! Vamos a tener que manejarlos con mucha astucia; de lo contrario, seguirán aumentando y, si estalla una guerra, se unirán a nuestros enemigos, nos combatirán y se irán del país.>>
Fue así como los egipcios pusieron capataces para que oprimieran a los israelitas. Les impusieron trabajos forzados, tales como los de edificar para el faraón las ciudades de almacenaje de Pitón y Ramsés. Pero cuanto más los oprimían, más se multiplicaban y se extendían, de modo que los egipcios llegaron a tenerles miedo; por eso les imponían trabajos pesados y los trataban con crueldad.” (Éxodo 1:6-12 NVI)
No contento con eso, el faraón dio la orden de que todos los recién nacidos varones del pueblo de Israel fuesen eliminados. Fue durante este genocidio que nació Moisés. Temiendo que el niño fuera asesinado, su madre lo ocultó por un período de tres meses, hasta que ya no pudo más. Luego ideó la estratagema de poner al niño en una cesta de papiro impermeabilizada y esperar.

Quiero hacer un alto aquí, y llamar la atención de un punto. ¿confías en Dios? Muchas veces uno quiere tener el control de todo, pero hay casos en que se deben dejas las cosas a un lado y confiar en Dios. Si realmente creemos que Él tiene la situación bajo su control, debemos tener la disposición de hacernos a un lado y permitir que sea Él quien dirija el desarrollo de las cosas.

Moisés creció y fue entregado a la hija del faraón. De este modo fue educado en los estándares reales del Egipto, por lo que debe haber sido un hombre muy instruido y culto. No obstante, a pesar de su instrucción, no olvidó de donde venía.

  • ¿Has llegado alto?
  • ¿Has olvidado de donde vienes?
No importa cuán peligroso sea el entorno. Moisés nació en medio de un genocidio, pero Dios tenía planes para su vida y siempre lo cuidó.

Moisés no olvidó su origen y siempre vio a los israelitas como sus hermanos.

Se dice que un hombre, donde ve una necesidad debe ver un llamado. Con mayor razón aún, si creemos en Cristo, ahí donde vemos necesidad debemos ver un llamado. En lugar de quejarse y decir “Que alguien arregle eso”, debemos subirnos las mangas y ponernos a trabajar.

Y eso fue lo que hizo Moisés. Al ver la opresión de su pueblo, sintió en su corazón que debía hacer algo. Pero en este punto siempre hay dos caminos: El que se hace con nuestras propias fuerzas, y el que se hace con las fuerzas de Dios.

“No será por la fuerza ni por ningún poder, sino por mi Espíritu -dice el SEÑOR todopoderoso-” (Zacarías 4:6b NVI)
Moisés primero comenzó con sus propias fuerzas, y terminó huyendo al desierto. Tendría que pasar un largo proceso para que volviera a presentarse ante el faraón para liberar, esta vez, de forma definitiva a su pueblo.

Quiero enfocarme por un minuto en esto: ¿Cuántas veces hemos intentado hacer algo por nuestra propia fuerza?

Me atrevería a decir que la mayoría de las veces. Pero cuando Dios hace las cosas por medio de su Espíritu, debemos prepararnos para que todo se haga más lentamente. No a nuestra pinta, sino en los tiempos de Dios. ¿Por qué es así? ¡porque Él conoce todo! Nos conoce tan bien que primero debe tratar con nuestro carácter y con las circunstancias a nuestro alrededor.

Y fue en medio del desierto donde Moisés fue preparado. Tuvieron que pasar largos 40 años antes de que Dios le diera la orden directa de ir a buscar a Su pueblo. El desierto siempre es un lugar de preparación. Seco, duro, árido, pero es el lugar donde Dios moldea nuestro carácter para que hagamos la obra perfecta conforme a sus planes.

Cuando Dios traza un propósito para nuestra vida, tenemos dos opciones: O nos hacemos los desentendidos, o nos inclinamos para hacer su voluntad. Esto no es arbitrario ni por capricho. Dios sabe con quiénes te has de enfrentar y debe prepararte. Cuando Él traza el plan, siempre estarás bajo su cuidado, Él te protegerá.

Cuando Moisés se presentó ante faraón, era otro hombre. Dios lo había moldeado en el desierto y entrenado como líder político, religioso y militar para guiar a la nueva nación.

Durante mucho tiempo me pregunté por qué Dios necesitó asolar a Egipto con plagas y gran despliegue de fuerza para sacar a Israel de ahí. Hoy he entendido que en ese momento los israelitas no conocían a Dios. Vivían como esclavos en medio de un país politeísta con dioses falsos. Necesitaban conocer al verdadero Dios viviente para así entender que realmente iban tras alguien verdadero.

Fue en este instante donde Dios dejó en claro no sólo el pacto por el cual sacaría a Israel de Egipto, sino que también envió una poderosa señal para nosotros: El cordero sacrificado, con cuya cuya sangre se pintaría el marco de la puerta de cada casa de Israel. El ángel de la muerte pasó por Egipto, pero no entró a las casas que tenían la sangre del cordero. ¡Que imagen más clara de la obra de Cristo! Es el mismo cordero que Dios proveyó a Abraham en el monte. Y hoy, cubiertos por la sangre de Cristo, tenemos seguridad que la muerte pasará junto a nosotros, pero no nos retendrá.

Dios marchó al frente de su pueblo. Abrió el mar, y ahogó al enemigo que perseguía a su pueblo. ¡Dios mismo, en persona guiaba a su pueblo! Del mismo modo que los israelitas tenían frente a ellos la columna de nube y la columna de fuego, hoy tenemos el antiguo testamento y el nuevo testamento. Dios ha plantado estas columnas en nuestra mente y en nuestro corazón para que sigamos por el camino que Él nos ha preparado.

“Éste es el pacto que después de aquel tiempo haré con la casa de Israel -dice el SEÑOR-: Pondré mis leyes en su mente y las escribiré en su corazón. Yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo.” (Hebreos 8:10 NVI)
 El viaje no estuvo exento de dificultades, ¿sabes? Pero Dios siempre estuvo atento a su pueblo y cuidó de él. Así como Moisés fue salvado en el Nilo, Israel fue salvado en el mar Rojo, así también tu estás bajo el cuidado del Fuerte, del Eterno.

“El que habita al abrigo del Altísimo se acoge a la sombra del Todopoderoso.
Yo le digo al SEÑOR: 'Tú eres mi refugio, mi fortaleza, el Dios en quien confío'.
Sólo el puede librarte de las trampas del cazador y de mortíferas plagas, pues te cubrirá con sus plumas y bajo sus alas hallarás refugio” (Salmo 91: 1 - 4)