viernes, 19 de abril de 2013

De imperfección en imperfección

Los gentiles cristianos fallamos al intentar entender la Ley, los judíos mesiánicos fallan al intentar entender la gracia...

Y así, todos juntos, somos una iglesia imperfecta. Un gran grupo de humanos y hermanos que con nuestras limitadas mentes nos esforzamos por entender lo grandioso del milagro de la salvación.

"Y es que sólo conocemos y profetizamos de manera imperfecta, pero cuando venga lo perfecto, lo que es imperfecto se acabará." (1 Coritios 13:9-10 RVC)
Y casi todos hemos fallado al entender la eternidad. Porque ansiamos y queremos para hoy, las promesas que son eternas, porque ansiamos y queremos hoy imponer el reino eterno, porque ansiamos y queremos hoy lo que nos será entregado en la vida eterna.

"Ahora vemos con opacidad, como a través de un espejo, pero en aquel día veremos cara a cara; ahora conozco en parte, pero en aquel día conoceré tal y como soy conocido" (1 Corintios 13:12 RVC) 
Y es así como ha sido, y es así como seguirá siendo hasta que Jesús vuelva. Dios no se ha intimidado ante la tremenda imperfección del hombre, sino que por medio de hombres y mujeres imperfectos ha logrado la obra perfecta de abrir una puerta que nadie puede cerrar, para que todo el que crea tenga acceso a la vida eterna.

Todos nos equivocamos, todos fallamos, todos entendemos de modo incompleto, pero aún eso no es obstáculo si quieres alcanzar a Cristo. Por eso Dios lo ha hecho fácil.

"Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna." (Juan 3:16 RVC)

Y cuando somos concientes de nuestras imperfecciones, más nos aferramos al único que es perfecto. Nuestros temores se desvanecen porque al ser concientes de nuestra imperfección dejamos de confiar en nosotros mismos.

En esta vida ajetreada, donde dependemos de nuestro propio éxito no hay espacio para la imperfección. No obstante ahí está. Por mucho que la escondamos debajo de la alfombra seguirá ahí.

Y aún seguiremos chocando contra la pared, dándonos golpes de cabeza unos a otros, hasta el día que Jesús vuelva. Mientras tanto aferrémonos a Él, confiemos en Él, creamos en Él, aprendamos de Él. Nuestra imperfección seguirá con nosotros, porque sólo Él puede quitarla.

Nuestra misión es ser concientes de ella.

No hay comentarios:

Publicar un comentario