miércoles, 22 de febrero de 2012

Esclavos de los dioses furiosos e invisibles

Al final del día, todos somos esclavos de alguien o de algo. Nuestra única libertad consiste en poder decidir quién será nuestro amo.


Son tiempos en que la palabra Libertad está en boca de todos. Marchas y procesiones reclaman todo tipo de libertades a nuestras autoridades. Muchas veces las peticiones pueden ser contadictorias, pero mientras se vaya en aras de la libertad, parece que cualquier causa es justa.

¿Somos realmente libres?

Años atrás me jactaba de mi libertad. Del hecho de vivir solo, de no rendir cuentas, de decidir mi propio destino. Cada día se me presentaba como un terreno virgen, listo para tomar nuevas decisiones y vivir la vida al límite, sabiendo que quizá el día de mañana no vería la luz. Respiraba profundamente los aires de libertad al conducir mi motocicleta con destino a mi nueva aventura.

La única mácula que veía en mi preciada libertad era el hecho de tener que levantarme temprano a trabajar. Pero el sueldo valía la pena. "El dinero mueve montañas", solía decir. Un pequeño esfuerzo recompensado por el hecho de poder tomar mis propias decisiones y actuar conforme a mis propios dictámenes.

Pero era un esclavo. No lo sabía, quizá no lo entendía. Pero era un esclavo al fin y al cabo. Semana tras semana, una buena porción de mi salario iba a parar a los bolsillos de los magnates de las tabacaleras, otra porción iba a parar a manos de los empresarios del alcohol. Mucho de mi tiempo libre lo entregaba sagradamente a sitios web de pornografía y otro tanto a mi instinto.

Religiosamente presentaba mi ofrenda a los altares de los dioses furiosos e invisibles. Quemaba el inciencio de nicotina y alquitrán, mientras hacía libaciones de pisco, ron y coca-cola a aquellos dioses del habla misteriosa. Realizaba complejos y desgastadores rituales de fertilidad que terminaron por hecerme perder todo el sentido de respeto y dignidad de la mujer. Lo peor de todo es que no sólo alimentaba mis propios vicios, sino que constantemente me encontraba subvencionando los ajenos. Al examinar hoy en día (sólo en términos económicos), no puedo sino reírme de mí mismo ante las grandes pérdidas que eso representó para mi vida.

El problema de fondo no es la esclavitud en si. Mal que mal era mi dinero y yo había decidido gastarlo de esa forma. Nadie me obligaba. O al menos eso pensaba yo. El verdadero problema era el amo al que servía. Me explico: Cada uno de estos sacrificios y ofrendas que hacía, iban a un dios egoísta, furioso e invisible.

EL vicio es un amo cruel. No te respeta, no tiene compasión de ti. Cada día te exige más y más, cada día te impone más y más cargas, más y más angustia. Si quieres dejarlo, hará todo lo posible para retenerte y necesitarás mucha fuerza para escapar de él. Lo peor de todo es que no se manifiesta sólo en un aspecto, sino que te atrapa en distintas facetas, como los tentáculos de un pulpo.

Lo más triste de todo, es que uno no lo nota. Uno puede jurar que tiene todo bajo control, uno está totalmente seguro de que está actuando bajo su propio gobierno, pero ¿es así? 

¿Has intentado alguna vez demostrar que lo tienes bajo control?

Recuerdo que un amigo mío solía decirle a su madre: "Mamá: si algún día te digo que tengo la marihuana controlada, llévame a una clínica de rehabilitación". En ese entonces la frase me pareció graciosa, incluso sabia. Pero no era más que la declaración de conformidad de un esclavo que ha aceptado la subyugación incondicional a su amo. Cada cosa que uno se diga, cada frase que uno se inventa no es más que para mantener tranquila la propia conciencia. Y mientras más profundo se cava, más rebuscada y "filosófica" deberá ser nuestra justificación.

¿Has pensado alguna vez en por qué haces lo que haces? ¿es decisión propia? ¿sigues una tendencia? ¿tratas de agradar a alguien? ¿quieres encajar? ¿quieres gustarle a alguien? ¿tu filosofía dicta tus destinos? ¿es tu verdad?

No importas cuantas vueltas le des: Eres un esclavo. Todos lo somos.

Los Incas llaban yanaconas a los pueblos que se habían sometido a servidumbre. Por extensión este término se comenzó a utilizar para designar a los indios que servían a los españoles. Entre los mapuches este término se usaba despectivamente para indicar que el indio en cuestion se había sometido voluntariamente en lugar de luchar contra la dominación.

Hoy en día, creo que hay más yanaconas de los que uno puede imaginar. Esclavos que voluntariamente agachan la cabeza y disponen su cuello para recibir el yugo. Esclavos del crédito, de las tabacaleras, de las cerveceras, de las religiones, de los partios políticos, de las redes sociales, de las modas, de las tendencias, del fútbol, de la farándula.

No podemos escapar, siempre seremos esclavos. Nuestra única libertad consiste en elegir a nuestro amo. Podemos elegir un amo cruel o un amo amable, pero de ahi en adelante cada una de nuestras decisiones estará condicionada a la volunta de nuestro amo.

Si me hubieran dicho esto hace unos tres o cuatro años atrás, probablemente me habría reído y luego habría contestado con un brillante (pero errado) razonamiento lógico. Hoy no tengo excusa. Nadie tiene excusa. Puedes aceptarlo o dejarlo, pero no existen respuestas intermedias. Las personas que trabajan en rehabilitación dicen que el primer paso para ésta es reconocer el problema. No importa cuál sea.

Tiempo atrás alguien me mostró esta realidad. Al principio no la vi con claridad, pero poco a poco fui comprendiendo esto. Hoy me parece más claro que nunca, y por eso quiero compartirlo. Alguien vino hace dos mil años y dio su vida a cambio de la mía. Una extraña transacción en la que Dios pagó con su propia sangre el precio de este esclavo, no para librarlo sino para hacerlo su esclavo. Mi única decisión fue la de aceptar a este nuevo amo. Él me mostró la crueldad de mi amo anterior, él me señaló cada uno de los grilletes con que mi amo anterior me tenía encadenado, él fue cortando una a una las cadenas mantenían sujeta mi voluntad. Él limpió y curó las heridas causadas por años de latigazos invisibles y por los apretados grilletes que mi amo anterior me había puesto.

Ha sido un proceso largo y doloroso, y muchas veces he querido escapar y volver a mi antiguo amo. Muchas veces he añorado esa falsa sensación de libertad, como un drogadicto añora su dosis, muchas veces he querido escapar, pero mi amo con ternura y a veces con dureza me ha mantenido junto a él. Con el tiempo he aprendido a conocer a mi nuevo amo, a servirle y honrarle como un esclavo fiel. No siempre lo hago bien, pero me esfuerzo. El problema hoy es que sé que soy un esclavo, sé que no tengo escapatoria. Puedo permanecer con mi amo fuerte y tierno o escapar y ocultarme en casa de mi antiguo y cruel amo.

Jesús dijo una vez de sí mismo: "Ni aún el Hijo del Hombre vino para que le sirvan, sino para servir y para dar su vida en rescate por muchos". Este amo dió su propia vida para comprarme, para comprarte. No es un amo cruel, no es el amo despiadado y sediento de rezos, rosarios, diezmos, vejaciones y abstinencias absurdas que presenta la religión. Es un amo justo, amoroso y estricto cuando es necesario. Es un amo que quiere llevarte por un sendero que no acabe en tu auto-destrucción, sino en una vida plena y abundante.

La esclavitud cansa. Después de muchos años de servir religiosamente a mi cruel amo anterior, necesitaba escapar, pero mis fuerzas estaban agotadas, no tenía voluntad ni ganas de escapar. Me sentía cómodo, resignado. Había incorporado un nuevo amo al que ofrendar parte de mi sueldo: Las farmaceúticas. Para controlar el stress causado por el trabajo, las trasnoches y la caña, había comenzado a consumir de vez en cuando tranquilizantes que me mantenían en un estado de falsa paz. ¡Es terrible tener que drogarse en la mañana para despertar y en la noche para dormir!. 

Jesús dijo: "Vengan a mí todos los ustedes que están cansados y agobiados, y yo les daré descanso. Carguen con mi yugo y aprendan de mí, pues soy apacible y humilde de corazón, y encontrarán descanso para su alma. Porque mi yugo es suave y mi carga es liviana". El vicio es una amo cruel. Cada día te exige más. Cada día te agobia más. Sólo Jesús es el amo bueno, el que no te pondrá más peso del que puedas soportar.

Hay dos amos: Hay una decisión. ¿estás cansado? .... tú decides.





*Todas las citas bíblicas están extraídas de la Nueva Versión Internacional. Énfasis añadido.

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