lunes, 22 de octubre de 2012

El reflejo que deslumbra

Muchos jóvenes hoy se preguntan ¿con quien estaré? ¿con quién me casaré?... y quizá la más repetida de todas las preguntas: ¿por qué estoy sólo?
Nadie duda que el hombre fue creado para estar con una mujer:

“Luego Dios el SEÑOR dijo: 'No es bueno que el hombre esté sólo. Voy a hacerle una ayuda adecuada” (Gen 2:18 NVI)

Desde el comienzo Dios estableció que el hombre debe estar acompañado. A tal punto que más adelante se hace un énfasis especial:

“El Espíritu dice claramente que, en los últimos tiempos, algunos abandonarán la fe para seguir inspiraciones engañosas y doctrinas diabólicas. Tales eseñanzas provienen de embusteros hipócritas, que tienen la conciencia encallecida. Prohíben el matrimonio y no permiten comer ciertos alimentos que Dios ha creado para que los creyentes, conocedores de la verdad, coman con acción de gracias.” (1 Tim 4:1-3 NVI)

Primero que todo, debemos entender que Dios no tiene preparada una vida de soledad para ti, sino que claramente afirma que en su plan está incluida una ayuda adecuada para ti. No obstante:

“Todo tiene su momento oportuno; hay un tiempo para todo lo que se hace bajo el cielo” (Ecc 3:1 NVI)

No he visto nada más triste que un hombre luchando con sus propias fuerzas. Gastando sus propias energías en conquistar a una chica que quizá ni siquiera sea para él.

Hace un par de años atrás tuve a mi moto con un problema serio. Estuvo varios meses en el taller mecánico sin que nadie pudiera detectar la falla. Constantemente acudía al taller a consultar por el estado de mi máquina, y no dejó de llamar mi atención una hermosa moto deportiva roja que estaba estacionada. Cada vez que iba al taller parecía estar un poco más cubierta de polvo que la vez anterior y así cada día parecía más abandonada. Como ya tenía algo de confianza con el encargado del taller, di rienda suelta a mi curiosidad y le pregunté . . .¿que onda con esa moto... la regalan?

Me contó que esa moto era de un cliente que se encontraba en un litigio legal con la empresa. Resulta que había fallado repetidas veces debido a que el cliente la estaba utilizando para corren en carretera. Ahora bien, pese a que la moto tenía toda la apariencia de una superdeportiva, en realidad era una moto de calle común y corriente con un lindo carenado. No era adecuada para el nivel de exigencia que el cliente quería, y por eso fallaba. El cliente estaba disconforme y quería devolverla. El encargado del taller me contó que el mismo le había vendido la moto tiempo atrás, pero que le había recomendado otro modelo diferente que si era una deportiva real y no una moto de calle carenada. No obstante el cliente se sentía atraído por la estética de la china disfrazada de deportiva y no evaluó las demás caractrísticas. Había comprado una ilusión y cuando llegó la hora de la prueba todo aquello que no evaluó significó un tropiezo y un motivo de decepción.

¡Cuántos matrimonios han fracasado por un exceso de espectativas! Hombres que sólo se basan en el atractivo sexual. Mujeres que sólo se basan en un estado emocional. Llega el stress, el momento de tensión y todo se desploma. Del mismo modo que el pequeño motor de la moto china no era adecuado para la exigencia de la carretera, muchas veces las parejas no son adecuadas para nuestra carretera de la vida. ¿Esto las hace malas? ¡Claro que no! Las personas son diferentes y tienen necesidades diferentes. Si esta persona hubiera escuchado el consejo del vendedor y se hubiera comprado la máquina adecuada para la exigencia que le iba a dar no hubiera tenido problemas. Del mismo modo que una superdeportiva puede llegar incluso a ser peligrosa (y cara por lo demás) para el uso en calle, una moto de calle puede no ser adecuada para carretera. ¡Por eso hay tantos modelos!

Todos los hombres nos hemos dejado llevar por un rostro bonito. Si escribo esto es porque me equivoqué lo suficiente como para detectar el patrón sin que nadie me lo dijera.

Como hombres, necesitamos compañía. Se que tenemos mucho que entregar y se que la búsqueda es sincera y bien intencionada. Como cristianos queremos amar y entregar lo mejor que tenemos, pero debemos ser cuidadosos en dónde estan siendo invertidas nuestras energías.

Cuantas veces tratamos de agradar, de seducir, de encantar. Cuantos manuales de “Como atraer a las mujeres” leí, qué no intenté, qué no puse en práctica. Pero nada de eso me valía, porque estaba invirtiendo mis energías en el esfuerzo equivocado.

“¿Quién de ustedes, por mucho que se preocupe, puede añadir una sola hora al curso de su vida?” (Mat 6:27 NVI)

Cuántas veces he visto (y he protagonizado) escenas como ésta:
  • Estoy yendo al gimnasio, me duelen los brazos...
  • Me compré un auto.. ¿te gustaria ir a la playa?
  • Te invito a comer, yo pago..
  • Estos lentes me costaron super caros... pero se ven bien..
  • Me gustan esas canciones románticas...
  • ¿Te gusta Arjona? Yo me se algunas en guitarra...
Ufff... ¡que patético! Muchas veces los hombres nos hacemos los lindos, los amables, los sinceros, los caballeros ¡solo para ganar el favor de una dama! Y lamentablemente el único favor que se busca es el favor sexual. ¡Por favor! Un hombre siempre debe ser atento y amable con toda mujer, no sólo con la que se quiere algo. ¿Por que crees que las mujeres dicen: “Ya no quedan caballeros”? Porque los hombres se conducen con caballerosidad sólo cuando buscan un encuentro sexual o, en el mejor de los casos, una relación estable.

Es una actitud cínica, falsa, hipócrita. Una máscara que no puede ser sostenida por mucho tiempo. Tarde o temprano la verdad sale a flote. Por eso las relaciones breves. Por eso los matrimonios fracasados.

Señores: Somos cristianos: No libramos batallas como lo hace el mundo. Las armas que utilizamos no son del mundo, sino que tienen el poder divino para derribar fortalezas. No necesitamos trucos baratos de seducción para discotecas. Si queremos ganar la guerra del amor, debemos entrenarnos en nuestras armas espirituales.

¿Que debemos hacer entonces? Rendirnos. Bajar las armas terrenales... ¡No hay enemigos frente a ti!

“Más bien, busquen primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas les serán añadidas” (Mat 6:33 NVI)

Dios nos ha hecho especiales. No debemos falsear nada en nosotros para tratar de brillar. Más bien todo lo contrario. Un artesano que trabaja una piedra preciosa no le agrega cosas: la pule, le quita la capa opaca para sacar a relucir lo brilante. Es ese brillo interior único el que le da atractivo a una piedra preciosa. Si queremos brillar y atraer, debemos dejarnos pulir por el artesano. Debemos permitir que nuestra capa exterior sea removida para que el brillo de nuestro interior refleje la luz en matices de hermosos colores.

“El pectoral para impartir justicia lo bordarás artísticamente con oro, púrpura, carmesí, escarlata y lino fino, como hiciste con el efod. Será doble y cuadrado, de veinte centímetros de largo por veinte de ancho. Engarzarás en él cuatro hileras de piedras preciosas. En la primera pondrás un rubí, un crisólito y una esmeralda; en la segunda, una turquesa, un zafiro y un jade; en la tercera, un jacinto, un ágata y una amatista, y en la cuarta, un topacio, un ónice y un jaspe. Engárzalas en filigrana de oro. Deben ser doce piedras, una por cada uno de los doce hijos de Israel. Cada una de las piedras llevará grabada como un sello el nombre de una de las doce trubus” (Ex 28:15-21 NVI)

Cada una de estas piedras es única y presenta características propias: Color, textura, peso, dureza, brillo, etc. No obstante cada una de estas piedras es preciosa y de gran valor.

El color en particular es una característica muy interesante: En base a su composición química una piedra refleja cierto rango de colores. Este rango de colores reflejado por la piedra es lo que apreciamos con la vista y es precisamente aquello lo que primeramente llama nuestra atención.

Difícil sería distinguir dos piedras preciosas en un lugar oscuro. Quizá mediante el tacto, pero deberíamos ser expertos. No obstante, a la luz es mucho más simple ya que el color y el brillo de una piedra nos permite identificarla fácilmente.

Hay diferentes gustos. Hay personas que prefieren los topacios y otras personas que prefieren los zafiros. Hay personas que prefieren un brillo extremo y otras que prefieren un acabado mate. Hay personas que prefieren los colores cálidos y otras que prefieren los colores fríos. Pero cada color es el reflejo de la misma luz. No importa que tan diferente sea un topacio de un jacinto. No importa la diferencia de colores de un rubí y una esmeralda. Ambos reflejan la misma luz y son sus propias características internas las que harán que reflejen ciertos matices de luz sobre otros.

Del mismo modo ocurre con nosotros. Cada uno de nosotros es diferente en ciertas características, pero todos reflejamos la misma luz: Cristo. Algunos reflejarán especialmente su sabiduría, otros su justicia, otros su paz, otros su amor, otros su sencillez, otros su humildad, otros su liderazgo, otros su autoridad... Cada persona, como una piedra preciosa, refleja diferentes espectros de la misma luz, según su naturaleza.

“No nos atrevemos a igualarnos ni a compararnos con algunos que tanto se recomiendan a si mismos. Al medirse con su propia medida y compararse unos con otros no saben lo que hacen. Nosotros, por nuestra parte, no vamos a jactarnos más de lo debido. Nos limitaremos al campo que Dios nos ha asignado según su medida, en la cual también ustedes están incluidos.” (2 Cor 10:12-13)

Cada uno de nosotros es diferente y especial. Nada obtenemos con compararnos con otros, ni con querer ser el reflejo de otros. El único hombre perfecto es Jesús, y sólo con Él debemos compararnos. ¿Que obtenemos al vendernos como mercancía? Llenarnos de adornos que con el tiempo se ensucian y decoloran. Cuando reflejamos la luz de Cristo, nuestra belleza brilla por si misma, natural y sincera Y atrae...y atrae a la persona correcta.

Si reconocemos que luchamos con nuestras fuerzas, ha llegado el momento de arrepentirse, si en este punto notamos que en realidad corremos tras el viento, ha llegado la hora de sentarse.

Recuerdo mi último gran fracaso en materia amorosa: Había agotado todos mis recursos y estrategias. Había estudiado cuidadosamente cada uno de mis movimientos. Fui agradable, sincero, generoso, divertido, comprometido... di lo mejor de mi. Me esforcé sinceramente buscando ser el mejor y dar lo mejor, pero no había escogido bien. Sólo evalué un par de aspectos superficiales: la belleza, los gustos, la personalidad... ¡como podría evaluar el corazón de una persona! … ¡eso es imposible para uno! Del mismo modo que ese hombre que compró la moto equivocada, no fui capaz de evaluar el todo, por lo que esta persona comenzó a fallar en las exigencias de mi vida. Así yo también comencé a fracasar ya que no podía estar a la altura de sus espectativas. No resultó. Ella se defraudó de mi, yo me defraudé de ella.

No había sabido escoger.. ¿quien puede?... solo algunos pocos. No dudo que muchas personas escogen por su cuenta y escogen bien... Felices ellos! Pero no era mi caso. Quizá tampoco el tuyo.

Con el corazón destrozado llegué a los pies de Jesús. Comprendí que con mi limitada visión era poco lo que podía hacer. Así que me rendí y dejé el asunto en sus manos. Con una sinceridad asombrosa para mi, dejé de lado la búsqueda de la pareja y decidí buscar el reino de Dios y su justicia: Comencé no sólo a leer la biblia sino también a aplicarla en mi vida, a aprender de otros y a enseñar, a predicar el evangelio y a servir. Olvidé el asunto y comencé a enfocarme en perdonar, en dar y sobre todo en sentarme a los pies de Cristo y aprender.

Dios me enseñó a tratar a las mujeres. Me dio un grupo de amigas de verdad, como nunca lo había tenido en mi vida y tuve que aprender a mirar a una mujer con pureza, sin connotaciones sexuales. Tuve que aprender a escuchar a una mujer, a callar, aprendí demasiado... Detalles tan sutiles, pero sobre todo aprendí que la mujer no es sólo una pareja sexual, es la ayuda adecuada que todo hombre necesita a su lado. Sólo después de aprender eso (y gracias a Dios aprendí rápido) conocí a mi esposa en el momento y lugar que menos imaginé. Y es perfecta. Es tan adecuada para mí, que me sorprendo al descubrir que ella tiene cosas que ni siquiera sabía que yo necesitaba. La amo profundamente, la respeto, la cuido, la protejo. Aprendo de ella y trato de enseñarle lo que se. Reimos juntos y podemos estar horas sin hablar sabiendo exactamente lo que el otro piensa. Tenemos toda una vida para estar juntos y sabemos que mientras reflejemos la luz de Cristo en nosotros, tal cual somos, siempre nos sentiremos atraídos uno al otro. En verdad no tuve que hacer nada para que ella se fijara en mi (ella puede dar Fe de eso), sólo fui quien soy, sólo reflejé a Cristo con lo que Él hizo en mi vida.

Es hora de dejar los trucos baratos de discoteca. No son necesarios. Deja de reflejar a ese cantante, deja de reflejar a ese futbolista, deja de reflejar a ese actor, deja de reflejarte a ti mismo. Refleja la luz de Cristo y tu brillo deslumbrará.



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