martes, 20 de noviembre de 2012

¿Qué significa ser santo?

¿Qué significa ser santo?

Cuando escuchamos la palabra santo, lo primero que se nos viene a la cabeza es la imágen de un tipo parado arriba de una nube, con una túnica (blanca o celeste), un arpa, alas y una aureola dorada arriba de la cabeza. O bien puede tratarse de alguien que está “en el cielo” y que por haber sido muy muy muy bueno o muy muy muy católico se le han dado ciertos atributos divinos para que la gente le “rece” y pida favores.

Nada más alejado de la realidad.

El concepto de santidad bíblico se establece en el Antiguo Testamento, a fin de que el pueblo israelita sea un pueblo completamente diferente de lo que había en el momento.

Entendamos esto: en esa época, si querías comer un bistec no ibas al supermercado o la carnicería, sino que tomabas un cuchillo afilado e ibas a buscar un ternero gordo. Los problemas entre vecinos solían resolverse con una espada y si un país estaba escaso de algún recurso simplemente invadía el país que lo tenía. (parece que las cosas no han cambiado mucho).

El llamado de Dios a su pueblo, es ser apartado, no dejándose llevar por las costumbres de los que les rodean.

Podemos parafrasearlo de este modo: “No hagan lo mismas estupideces que hacen los demás, ustedes deben ser diferentes”. Ahora bien, entendamos que quiere decirnos Dios con ser diferentes.

“El SEÑOR ordenó a Moisés que hablara con toda la asamblea de los israleitas y les dijera: 'Sean santos, porque yo, el SEÑOR su Dios, soy santo'.
Respeten todos ustedes a su madre y a su padre, y observen mis sábados. Yo Soy el SEÑOR su Dios.
No se vuelvan ustedes a los ídolos inútiles, ni se hagan dioses de metal fundido. Yo Soy el SEÑOR su Dios.” (Levítico 19:1-4)

También nos llama a ser bondadosos:

“Cuando llegue el tiempo de la cosecha, no sieguen hasta el último rincón de sus campos ni recojan todas las espigas que allí queden.
No rebusquen hasta el último racimo de sus viñas, ni recojan las uvas que se hayan caído. Déjenlas para los pobres y los extranjeros. Yo Soy el SEÑOR su Dios.” (Levítico 19:9-10)

A ser honestos:

“No roben.
No mientan.
No engañen a su prójimo.
No juren en mi nombre sólo por jurar, ni profanen el nombre de Dios. Yo soy el SEÑOR.” (Levítico 19:11-12)

A ser justos:

“No explotes a tu prójimo, ni lo despojes de nada.
No retengas el salario de tu jornalero hasta el día siguiente.
No maldigas al sordo, ni le pongas tropiezo al ciego, sino teme a Dios. Yo soy el SEÑOR.
No perviertas la justicia, ni te muestres parcial en favor del pobre o del rico, sino juzga a todos con justicia.” (Levítico 19:13-15)

A ser íntegros:

“No andes difundiendo calumnias entre tu pueblo, ni expongas la vida de tu prójimo con testimonios falsos. Yo soy el SEÑOR
No alimentes odios secretos contra tu hermano, sino reprende con franqueza a tu prójimo para que no sufras las consecuencias de su pecado.
No seas vengativo con tu prójimo, ni le guardes rencor. Ama a tu prójimo como a ti mismo. Yo soy el SEÑOR” (Levítico 19:16-18)

A ser respetuosos y amables:

“Ponte de pie en presencia de los mayores.
Respeta a los ancianos.
Teme a tu Dios. Yo soy el SEÑOR.
Cuando algún extranjero se establezca en el país de ustedes, no lo traten mal. Al contrario, trátenlo como si fuera uno de ustedes. Ámenlo como a ustedes mismos, porque también ustedes fueron extranjeros en Egipto. Yo soy el SEÑOR y Dios de Israel.
No cometan injusticias falseando las medidas de longitud, de peso y de capacidad. Usen balanzas, pesas y medidas justas. Yo soy el SEÑOR su Dios, que los saqúe de Egipto.” (Levítico 19:32-37)

La santidad bíblica es simple y práctica. ¡Son leyes del buen vivir y buena vecindad!¡Cuánta falta le hace a este mundo!

Aquellos que se quejan alegando que la Biblia y las leyes de Dios están obsoletas y “pasadas de moda”, necesitan leer con mucha detención los versículos de más arriba. Yo pregunto con sinceridad... ¿cómo funcionaría esta sociedad si en verdad se aplicaran estos principios bíblicos? ¿Se imaginan un político con esta actitud? ¿o un empresario? Acá tenemos principios simples que nó sólo benefician al individuo, sino a la sociedad entera.

Recordemos que estas leyes fueron dadas en un contexto histórico y social donde se sacrificaban a los niños, y la carne se conseguía cortándola directamente de la vaca. Aún así su vigencia es plena y su aplicación trae grandes beneficios.

Ahora entedemos que la santidad no es un “estado” que se gana por méritos, ni tampoco una especie de “ascenso” religioso; sino que es la aplicación práctica de los mandatos de Dios en nuestro diario vivir, no sólo para nuestro beneficio, sino para toda la sociedad.

Y aunque la santidad en sí misma no trae como consecuencia la salvación, si debe ser una característica de quien ha puesto su fe en Jesús.

“La religión pura y sin mancha delante de Dios nuestro Padre es ésta: atender a los huérfanos y a las viudas en sus aflicciones, y conservarse limpio de la corrupción del mundo.” (Santiago 1:27)

¿Hay algo de malo en esta actitud? ¿Hay algo condenable en la santidad? ¿Hay un motivo real y sincero por el que la humanidad deba rechazar estas leyes? ¿Hay acaso alguna alternativa de buen vivr? ¿Existe otra guía para tener una sociedad sana y pacífica?

Una última reflexión:

“Las obras de la naturaleza pecaminosa se conocen bien: inmoralidad sexual, impureza y libertinaje; idolatría y brujería; odio, discordia, celos, arrebatos de ira, rivalidades disenciones, sectarismos y envidia; borracheras, orgías, y otras cosas parecidas...
En cambio, el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio propio. No hay ley que condene estas cosas.” (Gálatas 5:19-21a y 22-23)


...continúa


* Todas las citas bíblicas son tomadas de la Nueva Versión Internacional. Énfasis añadido.

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