lunes, 21 de enero de 2013

¿Puede un homosexual ir al cielo?

Ésta es una de esas preguntas capciosas que irritan a algunos y sonrojan a otros para terminar generando acaloradas discusiones que traen mucho ruido y pocas nueces.

No podemos dar respuesta a esta pregunta sin ir a la Biblia. Podemos tener muchas opiniones honestas y sinceras, bien o mal intencionadas, pero la respuesta definitiva está sólo en la Biblia.

Primero que nada, veamos a quiénes considera la Biblia como pecadores, es decir, aquellos que no pueden entrar "al cielo":

"Desde el cielo, Dios contempla a los mortales, para ver si hay alguien que sea sensato y busque a Dios. Pero todos se han descarriado, a una se han corrompido. No hay nadie que haga lo bueno; ¡no hay uno sólo!" (Salmos 53:2-3 NVI)
"Pues todos han pecado y están privados de la gloria de Dios" (Romanos 3:23 NVI)
"Todos somos como gente impura; todos nuestros actos de justicia son como trapos de inmundicia. Todos nos marchitamos como hojas: nuestras iniquidades nos arrastran como el viento" (Isaías 64:6 NVI) 

Un problema grave es el siguiente: Hay personas que creyéndose "santas" y "justas" en su propia opinión, comienzan a levantar el dedo y a acusar (y condenar) a los que ellos consideran "más pecadores" en su propia opinión. Éste es un juego peligroso ya que se está formando parte del exclusivo grupo de el que tenía derecho a lapidar a la pecadora:

 "Pero Jesús se fue al monte de los Olivos. Al amanecer se presentó de nuevo en el templo. Toda la gente se le acercó y él se sentó a enseñarles. Los maestros de la ley y los fariseos llevaron entonces a una mujer sorprendida en adulterio, y poniéndola en medio del grupo le dijeron a Jesús:
-Maestro, a esta mujer se le ha sorprendido en el acto mismo de adulterio. En la ley Moisés nos ordenó apedrear a tales mujeres. ¿Tú qué dices?
 Con esta pregunta le estaban tendiendo una trampa, para tener con qué acusarlo. Pero Jesús se inclinó y con el dedo comenzó a escribir en el suelo. Y como ellos lo acosaban a preguntas, Jesús se incorporó y les dijo:
-Aquel de ustedes que esté libre de pecado, que tire la primera piedra.
 E inclinándose de nuevo, siguió escribiendo en el suelo. Al oír esto, se fueron retirando uno tras otro, comenzando por los más viejos, hasta dejar a Jesús sólo con la mujer, que aún seguía allí. Entonces él se incorporó y le preguntó:
 -Mujer, ¿dónde están? ¿Ya nadie te condena?
-Nadie, Señor.
-Tampoco yo te condeno. Ahora vete, y no vuelvas a pecar." (Juan 8:1-11 NVI) 

 Las personas que llevaron a a esta mujer ante Jesús, tuvieron al menos la decencia de reconocer que no tenían derecho a apedrearla. Más adelante, en su carta a los Corintios, Pablo hace hincapié nuevamente en este hecho:

"Por carta ya les he dicho que no se relacionen con personas inmorales. Por supuesto , no me refería a la gente inmoral de este mundo, ni a los avaros, estafadores o idólatras. En tal caso, tendrían ustedes que salirse de este mundo. Pero en esta carta quiero aclararles que no deben relacionarse con nadie que, llamándose hermano, sea inmoral o avaro, idólatra, calumniador, borracho o estafador. Con tal persona ni siquiera deben juntarse para comer.
¿Acaso me toca a mí juzgar a los de afuera? ¿No son ustedes los que deben juzgar a los de adentro? Dios juzgará a los de afuera. 'Expulsen al malvado de entre ustedes'" ( 1 Corintios 5: 9-13 NVI, énfasis añadido) 

Por lo tanto: Nadie tiene derecho a condenar; y aquellos que condenan traen condenación sobre sí mismos. No se les debe hacer caso.

"No teman a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. Teman más bien al que puede destruir alma y cuerpo en el infierno (a Dios)" (Mateo 10:28 NVI, paréntesis añadido)

Ahora bien ¿Asegura esto que las personas homosexuales puedan entrar al cielo? Para nada. Sólo nos da un cuadro, un "rayado de cancha" para entender quién puede juzgar realmente.

  La Biblia nos enseña que la Ley de Dios existe para que tengamos un marco sobre el cual podamos examinarnos a nosotros mismos y conocer cuál es nuestra posición delante de Dios.

"Por tanto, nadie será justificado en presencia de Dios por hacer las obras que exige la ley; más bien, mediante la ley cobramos conciencia del pecado." (Romanos 3:20 NVI)

Sabiendo esto, podemos ir a la Ley de Dios y examinarla para saber si la estamos quebrantando. Vamos a la Carta Magna de la Ley de Dios: Los 10 mandamientos (Éxodo 20). Examinemos uno a uno y veamos si hemos quebrantado la Ley:

1. No tengas otros dioses delante de mí.
En este punto, ya muchos caen. El dinero, el ego, los artistas, los bienes materiales, etc. suelen ocupar el lugar de Dios en muchos corazones. Son dioses a los que la gente honra, sirve y adora. Hay personas que con toda sinceridad adoran a "dioses" distintos de Dios. Han quebrantado el primer mandamiento.
2. No te hagas ningún ídolo, ni nada que guarde semejanza con lo que hay arriba en el cielo , ni con lo que hay abajo en la tierra, ni con lo que hay en las aguas debajo de la tierra. No te inclines delante de ellos ni los adores. Yo, el SEÑOR tu Dios, soy un Dios celoso. Cuando los padres son malvados y me odian, yo castigo a sus hijos hasta la tercera y cuarta generación. Por el contrario, cuando me aman y cumplen mis mandamientos, les muestro mi amor por mil generaciones.
Millones de personas quebrantan este mandamiento a diario. Aún creyendo que lo hacen para "honrar a Dios", están yendo directamente en contra de su mandamiento, quebrantando de este modo la Ley y siendo culpables delante de Dios.
3. No pronuncies el nombre del SEÑOR tu Dios a la ligera. Yo, el SEÑOR, no tendré por inocente a quien se atreva a pronunciar mi nombre a la ligera.
Todos los que creemos en Dios, hemos quebrantado este mandamiento al menos una vez. Somos culpables.
4. Acuérdate del sábado, para consagrarlo. Trabaja seis días, y haz en ellos todo lo que tengas que hacer, pero el día séptimo será un día de reposo para honrar al señor tu Dios. No hagas en ese día ningún trabajo, ni tampoco tu hijo, ni tu hija, ni tu esclavo, ni tu esclava, ni tus animales, ni tampoco los extranjeros que vivan en tus ciudades. Acuérdate de que en seis días hizo el SEÑOR los cielos y la tierra, el mar y todo lo que hay en ellos, y que descansó el séptimo día. Por eso el SEÑOR bendijo y consagró el día de reposo.
Todos hemos quebrantado el descanso del séptimo día. Ya sea trabajando, haciendo labores domésticas o incluso (paradójicamente) asistiendo a la iglesia, con todo el trabajo que ello conlleva para el staff de servicio y los ministros. Nuevamente somos culpables.
5. Honra a tu padre y a tu madre, para que disfrutes una larga vida en la tierra que te da el SEÑOR tu Dios.
¿Cuántos en verdad honran a su padre ya su madre? Tristemente hay casos en que el padre o la madre no parecieran ser dignos de recibir honra alguna. Pero el mandato es claro: Hónrales.
6. No mates.
7. No cometas adulterio.
8. No robes.
Estos tres mandamientos son quebrantados a diario, millones de veces a lo largo y ancho del mundo. Todos hemos tomado alguna vez algo que no nos pertenece. Eso no es ser "listo", es ser ladrón. Jesús nos dijo que el que mira con deseo a la mujer del prójimo ya ha adulterado con ella en su corazón. La vara está alta y ninguno de nosotros la ha pasado.
9. No des falso testimonio en contra de tu prójimo.
10. No codicies la casa de tu prójimo. No codicies su esposa, ni su esclavo, ni su esclava, su buey, ni su burro, ni nada que le pertenezca.
Este es el filtro definitivo. Quizá haya una o dos personas que que hayan pasado todos los anteriores, pero del 9 nadie pasa: Todos hemos mentido al menos una vez en la vida (una es suficiente) y todos hemos deseado y codiciado a lo menos un bien ajeno ¡Las estadísticas de consumo así lo indican!

Nótese que aún no es necesario indagar en el comportamiento sexual de una persona. ¡No es necesario! Aunque la Biblia si habla de un comportamiento sexual inadecuado y lo condena severamente (Levítico 18, 1 Corintios 6:9, Romanos 1:24, Apocalipsis 21:8 . . .  ¡y mucho más!), los 10 mandamientos son suficientes para entender que ya somos pecadores.

Dios ha establecido sus leyes con sabiduría y amor. Al ponerse a sí mismo en primer lugar no necesitamos exponer la intimidad de nuestra vida (que él ya conoce). La ley de Dios se resume en: Amar a Dios con todo tu corazón, con todo tu ser, con todas tus fuerzas y con toda tu mente y amar al prójimo como a uno mismo.

Por lo tanto, no necesitamos explorar ni exponer la intimidad de cada uno (cada quién sabe dónde le aprieta el zapato). Aún en un asunto tan delicado como nuestro propio pecado, Dios revela su amor al exponernos como pecadores no mediante nuestra intimidad, sino mediante nuestro trato con Él y los demás.

Llegados a este punto, nos damos cuenta que no es necesario indagar, ni exponer, ni condenar la intimidad de una persona homosexual para saber si "va al cielo". El sólo exámen de los 10 mandamientos de Dios nos dá la respuesta.

Por lo tanto, insisto: No importa la intimidad sexual, ya que la ley de Dios nos expone como convictos y merecedores de la ira de Dios. ¿Cómo escaparemos entonces de semejante juicio?

"Porque tanto amó Dios al mundo que dió a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna. Dios no envió a su hijo para condenar al mundo, sino para salvarlo por medio de Él." (Juan 3:16-17 NVI, énfasis añadido)

Dios nos hace justicia de nuestra transgresión a la Ley mediante el sacrificio de Jesús. Es él quien recibe nuestra condenación y paga nuestro precio.

"Ciertamente él cargó con nuestras enfermedades y soportó nuestros dolores, pero nosotros lo consideramos herido, golpeado por Dios y humillado.
Él fue traspasado por nuestras rebeliones , y molido por nuestras iniquidades; sobre él recayó el castigo, precio de nuestra paz, y gracias a sus heridas fuimos sanados." (Isaías 53:4-5 NVI) 

De modo que el "escape" a la ira de Dios, que todos sin excepción merecemos, no está en el cumplimiento de la ley, sino en la fe puesta en que Dios, por medio del sacrificio de Jesús nos da la posibilidad de ser perdonados.

"Esta justicia de Dios llega, mediante la fe en Jesucristo, a todos los que creen. De hecho, no hay distinción, pues todos han pecado y están privados de la gloria de Dios, pero por su gracia son justificados gratuitamente mediante la redención que Cristo Jesús efectuó. Dios lo ofreció como un sacrificio de expiación que se recibe por la fe en su sangre, para así demostrar su justicia." (Romanos 3:22-25 NVI, énfasis añadido)
En conclusión, respondemos ahora la pregunta: ¿Puede una persona homosexual ir al cielo y heredar la vida eterna? ¡Por supuesto!  Si pone su fe en Jesús y entrega su vida a él. Es él quien se encarga de restaurar las cosas y poner en nuestro corazón el Espíritu que nos hace cumplir la voluntad de Dios haciéndonos de este modo abandonar toda conducta que nos impide el heredar la vida eterna.

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