lunes, 23 de septiembre de 2013

¿Qué es la idolatría?

De alguna forma sabemos que la idolatría es un pecado, que no está bien, pero muchas veces no tenemos claro de que se trata precisamente la idolatría.

Generalmente asociamos idolatría con la veneración y/o adoración de imágenes (santos, vírgenes, crucifijos, etc), asociándolo al segundo mandamiento.
“No te hagas ningún ídolo, ni nada que guarde semejanza con lo que hay arriba en el cielo, ni con lo que hay abajo en la tierra, ni con lo que hay en las aguas debajo de la tierra. No te inclines delante de ellos ni los adores. Yo, el SEÑOR tu Dios, soy un Dios celoso. Cuando los padres son malvados y me odian, yo castigo a sus hijos hasta la tercera y cuarta generación. Por el contrario, cuando me aman y cumplen mis mandamientos, les muestro mi amor por mil generaciones.” (Éxodo 20:4-6 NVI)
Cuando leemos el Antiguo Testamento, nos damos cuenta de que existe una lucha continua contra la idolatría. Una y otra vez, el pueblo de Israel volvía a los ídolos y se alejaba de ellos, mostrándonos que la tendencia natural del ser humano es hacia la idolatría.

Sabemos entonces que la idolatría tiende a manifestarse en la adoración de objetos, pero tiene una raíz mucho más profunda.

La idolatría siempre implica violencia. Cuando a un idólatra se le ataca o derriba el ídolo, tiende a actuar en forma violenta. Por ejemplo, tomemos el momento en que Gedeón destruyó el altar de Baal.
“Gedeón llevó a diez de sus siervos e hizo lo que el SEÑOR le había ordenado. Pero en lugar de hacerlo de día lo hizo de noche, pues tenía miedo de su familia y de los hombres de la ciudad. 
 Cuando los hombres de la ciudad se levantaron por la mañana, vieron que el altar de Baal estaba destruido, que el poste de la imagen de la diosa Aserá estaba cortado, y que el segundo toro había sido sacrificado sobre el altar recién construido. 
Entonces se preguntaron el uno al otro: '¿Quién habrá hecho esto?' Luego de investigar cuidadosamente llegaron a la conclusión: 'Gedeón, hijo de Joás lo hizo'. Entonces los hombres de la ciudad le exigieron a Joás: 
-Saca a tu hijo, pues debe morir, porque destruyó el altar de Baal y derribó la imagen de Aserá que estaba junto a él.” (Jueces 6:28-30 NVI)
Si piensas que esto ocurría sólo en tiempos antiguos o que se trata solamente de “fanatismo religioso”, observa el comportamiento de los hinchas en un partido de fútbol. De hecho nadie es lo suficientemente estúpido como para quemar una camiseta del equipo contrario sabiendo que no se encuentra a salvo de la barra rival.

Tal como leemos en la historia de Gedeón, sabemos que el idólatra tiene la tendencia a defender a su ídolo, con violencia si es necesario. Es notable como Joás enfrentó este hecho:
“Pero Joás le respondió a todos los que lo amenazaban: 
-¿Acaso van ustedes a defender a Baal? ¿Creen que lo van a salvar? ¡Cualquiera que defienda a Baal, que muera antes del amanecer! Si de veras Baal es un dios, debe poder defenderse de quien destruya su altar” (Jueces 6:31 NVI, énfasis añadido)
El ser humano fue creado para adorar. El ser humano tiene la necesidad implícita de adorar. Esa necesidad de adorar, se experimenta como un vacío en el corazón, el cual desesperadamente trata de llenar.

Debido a la entrada del pecado al mundo, el ser humano no tiene conocimiento de Dios. Aún cuando en su subconsciente tiene la noción de Dios y de alguna forma sabe que ha sido creado y que debe buscar a su creador, existe una barrera consiente, cultural, inducida e incluso muchas veces orgullosa en la cual se escuda para no adorar a Dios.

Cuando el hombre no adora a Dios, buscará llenar ese vacío con cualquier cosa, por absurda que esta parezca, tal como espléndidamente dijo el profeta Isaías:
“El herrero toma una herramienta, y con ella trabaja sobre las brasas; con martillo moldea un ídolo, con la fuerza de su brazo lo forja. Siente hambre, y pierde las fuerzas; no bebe agua, y desfallece.

El carpintero mide con un cordel, hace un boceto con un estilete, lo trabaja con el escoplo y lo traza con el compás. Le da forma humana; le imprime la belleza de un ser humano, para que habite en un santuario.

Derriba los cedros, y escoge un ciprés o un roble, y lo deja crecer entre los árboles del bosque; o planta un pino, que la lluvia hace crecer.
Al hombre le sirve de combustible, y toma una parte para calentarse; enciende un fuego y hornea un pan. Pero también labra un dios y lo adora; hace un ídolo y se postra ante él.
La mitad de la madera la quema en el fuego, sobre esa mitad prepara su comida; asa la carne y se sacia. También se calienta y dice: '¡Ah! Ya voy entrando en calor, mientras contemplo las llamas.'
Con el resto hace un dios, un ídolo; se postra ante él y lo adora. Y suplicante le dice: 'Sálvame, pues tu eres mi dios.'
No saben nada, no entienden nada; sus ojos están velados, y no ven; su mente está cerrada, y no entienden. Les falta conocimiento y entendimiento; no se ponen a pensar ni a decir: 'Usé la mitad para combustible; incluso horneé pan sobre las brasas, asé carne y la comí. ¿Y haré algo abominable con lo que queda? ¿Me postraré ante un pedazo de  madera?'
Se alimentan de cenizas, se dejan engañar por su iluso corazón, no pueden salvarse a sí mismos, ni decir: '¡Lo que tengo a mi diestra es una  mentira!'” (Isaías 44:12-20 NVI)
Hay algo en la conducta del idólatra que me intriga: Aunque se derribe al ídolo, lo volverá a levantar. Si el ídolo es destruido, encontrará un reemplazo. Hay algo en el idólatra que va más allá del objeto. La respuesta está en el libro de Ezequiel:
“Hijo de hombre, estas personas han hecho de su corazón un altar de ídolos malolientes, y a su paso han colocado trampas que los hacen pecar.” (Ezequiel 14:3 NVI)
Tiempo atrás leí un artículo de prensa en el que se explicaba que se había descubierto en los fan boys de Apple que al observar fotografías con los productos de esta marca, se activaban en su cerebro las mismas regiones que están relacionadas con el comportamiento religioso. Es decir, que tanto la adoración de imágenes de santos o vírgenes como el ser fan boy de una marca como Apple (aunque puede ser cualquier otra) está relacionado a la misma zona cerebral. Impresionante, porque concuerda exactamente con lo que dice la Biblia.

Ya sea que se trate de un smartphone, una computadora, un automóvil, una moto, una imagen de San Guchito o de la Virgen de Cachabombo, un líder político, un líder espiritual, un músico, una página web, un telepredicador, una marca de zapatillas, el dinero, uno mismo o cualquier cosa creada; la idolatría reside en la profundidad de la mente del idólatra, en su corazón.

La idolatría es lejos una de las acciones humanas más aborrecidas por Dios. No sólo por el absurdo de la actitud en sí, sino porque coloca a objetos en el lugar que debiera estar ocupado exclusivamente por Dios. Más grave es aún cuando alguien que conoce a Dios se vuelve a la idolatría.
“Porque pueden estar seguros de que nadie que sea avaro (es decir, idólatra), inmoral o impuro tendrá herencia en el reino de Cristo y de Dios” (Efesios 5:5 NVI)
“Pero los cobardes, los incrédulos, los abominables, los asesinos, los que cometen inmoralidades sexuales, los que practican artes mágicas, los idólatras y todos los mentirosos recibirán como herencia el lago de fuego y azufre. Ésta es la segunda muerte.” (Apocalipsis 21:8 NVI)
La idolatría entorpece al hombre, desordenando las prioridades, desvía el foco de nuestro amor a Dios hacia un objeto inerte, nos hace perder la cordura al obligarnos a mantener un absurdo, nos hace caer en una espiral de autodestrucción al hacernos perder la referencia de lo bueno y lo malo en las leyes de Dios, nos llena de violencia y destruye el amor y la compasión por el prójimo.

Si decidimos entregar nuestro corazón a Jesús, Dios mismo nos ofrece la solución:
“Yo les daré un corazón íntegro, y pondré en ellos un espíritu renovado. Les arrancaré el corazón de piedra que ahora tienen, y pondré en ellos un corazón de carne, para que cumplan mis decretos y pongan en práctica mis leyes. Entonces ellos serán mi pueblo y yo seré su Dios.” (Ezequiel 11:19 NVI, énfasis añadido)
El proceso es doloroso, a nadie le gusta que le arranquen el corazón ni le derriben sus ídolos. Pero el resultado vale la pena. Dios nos promete una vida nueva, abundante y eterna:
“¡Aquí, entre los seres humanos está la morada de Dios! Él acampará en medio de ellos, y ellos serán su pueblo; Dios mismo estará con ellos y será su Dios. Él les enjugará toda lágrima de los ojos. Ya no habrá muerte, ni llanto, no lamento ni dolor, porque las primeras cosas han dejado de existir” (Apocalipsis 21:3-4 NVI) 
En síntesis, la idolatría es una actitud mental, que está mas allá del objeto de adoración. Aunque el objeto desaparezca, la idolatría seguirá ahí, en esa zona específica del cerebro y tarde o temprano el objeto de adoración será reemplazado por otro. Nada se obtiene destruyendo al ídolo, tal como lo demuestra el Antiguo Testamento, sino que es necesario cambiar el corazón, de forma que esa área del cerebro específicamente creada para adorar cumpla la función para la que fue diseñada.

La única forma de lograr esto es entregando el corazón a Jesús, de forma voluntaria y consiente, ya que él ha derramado su sangre con el propósito de limpiarnos y hacernos nuevos, restituyendo nuestra mente y actitud desde dentro en un acto de amor total que nos limpia, purifica, restituye y nos prepara para una eternidad de felicidad.

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