lunes, 2 de abril de 2012

Con el cuchillo en lo alto

La vida en Fe no es un camino de rosas. Al fin y al cabo es vida, en este planeta, el mismo suelo, el mismo aire, las mismas leyes de gravedad y termodinámica. Estamos acá, pero nuestro hogar está en lo alto. Estamos "de pasada", con la misión de invitar a quienes más podamos a vivir eternamente.

Pero tal como decía, no es un camino de rosas. Hay pruebas, y muchas. Dios prueba nuestra Fe ya que de otro modo esta no crecería. Del mismo modo que un atleta pone a prueba sus capacidades físicas para ir mejorándolas, nuestra Fe debe ejercitarse en la prueba para ir creciendo.

Hay pruebas más dolorosas que otras. Muchas personas lamentablemente no comprenden este hecho y terminan mal, no entendiendo que el esfuerzo y la valentía son características apreciadas y premiadas por Dios.

"Sé fuerte y valiente, porque tú harás que este pueblo herede la tierra que les prometí a sus antepasados. Sólo te pido que tengas mucho valor y firmeza para obedecer toda la ley que mi siervo Moisés te mandó" (Jos 1:6-7 NVI)

En Apocalipsis, Jesús hace especial enfásis en mostrar que los vencedores recibirán la recompensa (ver mensajes a las 7 Iglesias). Vencedores son aquellos que perseverando en la Fe han superado las pruebas y vencido la adversidad.

Según yo, la prueba más grande es perder a quien amamos. Da lo mismo las circunstancias, da lo mismo de quien se trate, pero la pérdida del ser amado es quizá el golpe más intenso que puede recibir nuestra Fe. Nadie en sus cabales apreciará más una posesión material que la persona amada. Nadie que ame a una persona puede resignarse a perderla sin pataelar (o si no, ¿para que le ama?). Desde mi punto de vista, la prueba del corazón es el magnum opus de las pruebas de Fe.

¿Acaso existe dolor más grande que la pérdida del ser amado? Millones de canciones y poemas hablan del dolor del corazón, de un amor terminado, de un hijo perdido, de una madre que ya no está. Miles de canciones hablan del vacío que queda en el corazón y la desesperanza habida al no poder encontrar aquello que tanto anhelamos.

Ahora bien imagina esto: Sabes que vas a perder a esa persona. Sabes que tienes la opción de evitarlo, pero tu Fe dicta que debes dar el paso y perderla. ¿que hacer?

Abraham fue la persona que se vio en este aprieto. El primer caso documentado de Fe puesta a prueba en el magnum opus de las pruebas. Su historia no deja lugar a dudas que su Fe era inquebrantable y su obediencia iba más allá de lo humanamente comprensible:


"Pasado cierto tiempo, Dios puso a prueba a Abraham y le dijo:
- ¡Abraham!
- Aqui estoy -respondió
Y Dios le ordenó:
- Toma a tu hijo, el único que tienes y al que tanto amas, y ve a la región de Moria. Una vez allí, ofrécelo como holocausto en el monte que yo te indicaré.
Abraham se levantó de madrugada y ensilló su asno. También cortó leña para el holocausto y, junto con dos de sus criados y su hijo Isaac, se encaminó hacia el lugar que Dios le había indicado. Al tercer día, Abraham alzó los ojos y a lo lejos vio el lugar. Entonces le dijo a sus criados:
- Quédense aquí con el asno. El muchacho y yo seguiremos adelante para adorar a Dios, y luego regresaremos junto a ustedes.
Abraham tomó la leña del holocausto y la puso sobre Isaac, su hijo; él, por su parte, cargó con el fuego y el cuchillo. Y los dos siguieron caminando juntos.
Isaac le dijo a Abraham:
- ¡Padre!
- Dime, hijo mío.
- Aquí tenemos el fuego y la leña -continuó Isaac-; pero ¿dónde está el cordero para el holocausto?
- El cordero, hijo mío, lo proveerá Dios. -le respondió Abraham.
Y siguieron caminando juntos.
Cuando llegaron al lugar señalado por Dios, Abraham construyó un altar y preparó la leña. Después ató a su hijo Isaac y lo puso sobre el altar, encima de la leña. Entonces tomó el cuchillo para sacrificar a su hijo, pero en ese momento el ángel del SEÑOR le gritó desde el cielo:
- ¡Abraham! ¡Abraham!
- Aquí estoy -respondió.
- No pongas tu mano sobre el muchacho, ni le hagas ningún daño -le dijo el ángel-. Ahora sé que temes a Dios, porque ni siquiera te has negado a darme a tu único hijo.
Abraham alzó la vista y, en un matorral, vio un carnero enredado por los cuernos. Fue entonces, tomó el carnero y lo ofreció como holocausto, en lugar de su hijo. A este sitio Abraham le puso por nombre "El SEÑOR provee." Por eso hasta el día de hoy se dice "En un monte provee el SEÑOR."
El ángel del SEÑOR llamó a Abraham por segunda vez desde el cielo, y le dijo:
- Como has hecho esto, y no me has negado a tu único hijo, juro por mí mismo -afirma el SEÑOR- que te bendeciré en gran manera, y que multiplicaré tu desendencia como las estrellas del cielo y como la arena del mar. Además tus desendientes conquistarán las ciudades de sus enemigos. Puesto que me has obedecido, todas las naciones del mundo serán bendecidas por medio de tu desendencia." (Génesis 22:1-18 NVI).

Imagino (guardando las proporciones, ya que no tengo hijos) el terrible dolor que sintió Abraham al recibir esta orden. Imagino su cuestionamiento interno... lo imagino desvelándose esa noche, con el corazón destrozado al saber que al día siguiente vería a su hijo vivo por última vez. Pienso en la angustia del pobre Abraham al ver salir el sol esa mañana.

Pero no se quejó. No hay registro de que lo haya hecho. Obedeció con el corazón oprimido, caminando lento, apretando los dientes.

Imagino esa caminata a solas con su hijo, rumbo al monte, conversando de la vida y de tantas cosas que la curiosidad del pequeño le hacía preguntar. Quizá caminaban de la mano y Abraham la apretaba con ternura. Quizá de vez en cuando acariciaba sus cabellos, sabiendo que lo estaba haciendo por última vez. La obediencia absoluta es dolorosa. Muchas veces el propósito es incomprensible... ¿por qué su hijo? ¿por que matarlo? ¿por que en ESE monte?

El pobre Abraham caminaba angustiado, apretaba los dientes. El pequeño Isaac caminaba inocente, quizá perisiguiendo a algún insecto, quizá preguntando el nombre de las cosas.

Abraham podría haberse evitado ese dolor. Podría haber ensillado un camello durante la noche y huido a tierras lejanas. Podría haber ignorado la voz de Dios, gritarle algunos improperios "¡COMO SE TE OCURRE QUE VOY A MATAR A MI HIJO.. QUE TE HAS IMAGINADO!" o quizá algo peor. Pero decidió obedecer. Decidió confiar. Decidió creerle al mismo que tiempo atrás le había prometido el nacimiento del mismo hijo que ahora iba a sacrificar. De alguna forma, Abraham había comprendido el concepto de que Dios no se ajusta a lógicas humanas y que la verdadera Fe es la obediencia absoluta a la voluntad de Dios.

Muchas veces no comprendemos el por que ni el para que de nuestro dolor. Muchas veces no entendemos por que debemos entregar a esa persona tan amada. Dios tenía un plan para Abraham. Un plan tan grande que te involucra a ti y a mi. ¿Que si Abraham no hubiera obedecido? ¿Tendríamos acaso una oportunidad de reconciliarnos con Dios?

Abraham llegó al monte, ató a su hijo. Tomó el cuchillo en sus manos. Apretó los dientes y cerró los ojos. Quizá para grabar en su mente esa última imágen de su hijo vivo. La próxima vez que los abriera su hijo ya no estaría en este mundo y sus manos estarían manchadas con sangre de su sangre.

Esos segundos que estuvo con el cuchillo en lo alto deben haber parecido siglos. Por su mente deben haber desfilado esos momentos en que le fue anunciado el nacimiento de su hijo, la incredulidad de su esposa, la espera, la alegría de verlo nacer, sus primeras palabras, sus primeros pasos. Todo ya estaba entregado, todo ya estaba rendido.

Abraham lo hizo porque confiaba en Dios. Su confianza era tal que sabía que eso no iba a terminar así. Durante todo ese tiempo albergaba en su corazón una esperanza, quizá en su interior decía "a medio camino me va a decir que vuelva" o quizá pensaba que vendría otro hijo. Sea lo que sea, Abraham estaba total y absolutamente seguro de que Dios tiene todo bajo control, de que Dios no iba a dejar su promesa a medias, que Dios no le había venido con cuentos cuando le dijo que iba a ser padre de naciones. Dios no es hombre para andar mintiendo, Dios no necesita inventar mentiras.

Fe es confiar, Fe es creer, Fe es SABER que Dios tiene todo bajo control. Fe es la llave de la bendición. Porque cuando el cuchillo está en lo alto, y estamos apunto de sacrificar lo que más amamos en este mundo, Dios mismo interviene, Dios mismo provee, Dios mismo bendice. La única llave fue la Fe, la confianza, la obediencia. Aunque sea con el corazón destrozado, aunque sea apretando los dientes, aunque sea con los ojos nublados en lágrimas, aunque sea con la angustia oprimiendo el pecho.

"Ante la promesa de Dios no vaciló como un incrédulo, sino que se reafirmó en su Fe y dio gloria a Dios, plenamente convencido de que Dios tenía el poder para cumplir lo que había prometido. Por eso se le tomó en cuenta su Fe como justicia. Y esto de que "se le tomó en cuenta" no se escribió sólo para Abraham, sino también para nosotros. Dios tomará nuestra Fe como justicia, pues creemos en aquel que levantó de entre los muertos a Jesús nuestro Señor." (Romanos 4:20-24 NVI)
"Al que salga vencedor le daré el maná escondido, y le daré una piedrecita blanca en la que está escrito un nombre nuevo que sólo conoce el que lo recibe." (Apocalipsis 2:17 NVI)

No hay comentarios:

Publicar un comentario