viernes, 30 de marzo de 2012

Una verdad incómoda

“Pero en cuanto al día y la hora, nadie lo sabe, ni siquiera los ángeles en el cielo, ni el Hijo, sino sólo el Padre. La venida del Hijo del Hombre será como en tiempos de Noé. Porque en los días antes del diluvio comían, bebían y se casaban y daban en casamiento, hasta el día que Noé entró en el arca; y no superon nada de lo que sucedería hasta que llegó el diluvio y se los llevó a todos. Así será en la venida del Hijo del Hombre. Estarán dos hombres en el campo: uno será llevado y el otro será dejado. Dos mujeres estarán moliendo: una será llevada y la otra será dejada” (Mat 24:36-41 NVI)

La sólo lectura de estos versículos nos indican una triste realidad: La mitad de las personas serán llevadas. Un poco más adelante, en la parábola de las 10 vírgenes se ilustra un escenario similar: Sólo el 50% entrarán a la cena de bodas con el novio.

Ambas parábolas tienen un trasfondo similar: Las personas pertenecen a un mismo grupo. En la primera parábola, las personas están trabajando juntas; ya sea en el campo, ya sea en el molino. En la segunda parábola todas las jóvenes estaban esperando al novio.

¿Cúal es el grupo que hoy espera la llegada del novio? … exactamente: La Iglesia.

¡Es algo terrible! ¡Y a nadie parece importarle! … La triste realidad es que por lo menos un 50% de las personas que hoy dicen estar esperando el retorno del Señor pasarán una eternidad en la oscuridad, donde habrá llanto y rechinar de dientes.

Muchas personas hoy se escudan en una falsa seguridad proporcionada por la membresía de una iglesia o denominación. Tristemente muchas personas creen que la salvación se basa en repetir una “oración” dicatada por algún pastor o evangelista, como si se tratara de unas palabras mágicas. Millones de personas han caído en el engaño de que sólo recitando una oración y llenando un formulario han asegurado su entrada al Reino de los Cielos.

Hace un par de años atrás trabajé como voluntario en un evento evangelístico masivo realizado en Santiago de Chile. Desarrollé un software que permitía ingresar los información de las “fichas” a una base de datos para así después obtener una serie de estadísticas inútiles como rango de edad, sexo, lugar de origen, etc.

Cuando completamos el llenado de la base de datos, podíamos habernos jactado de que “miles de personas han recibido a Jesús como su Señor y Salvador... miles”. Recuerdo que en un momento mientras trábajamos, dije la única frase sensata que pronuncié durante ese tiempo: “La verdadera estadística está en el cielo”.

Ahí teníamos un gran montón de “fichas de decisión”, perfectamente ordenadas y clasificadas. Creíamos con toda sinceridad que un gran avivamiento había comenzado. Meses y meses de trabajo, y luego horas y horas de insomnio se veían recompensadas: El número de cristianos no había crecido tanto desde los primeros días de la Iglesia.

Hoy, dos años después, me duele el corazón al comprender que estábamos viviendo un mentira. Nunca hubo tal avivamiento y la maldad en mi país no ha hecho más que aumentar. No me cabe la menor duda que el Señor tocó a muchas personas aquel día, pero jamás las “miles y miles” de las que nos jactábamos. ¿Valió la pena? Por supuesto que si. Si una sola alma se ha salvado luego de gastar millones de dólares, entonces esos millones de dólares son los mejor gastados de la historia.

¿Cuál fue nuestro error? … Hoy creo, en retrospectiva, que nuestro error ha sido creer que la salvación viene por repetir una oración y llenar una ficha. ¡Eso es una práctica aborrecible! Sólo comparable a las repeticiones sin sentido de los paganos. Dolorosamente, esta práctica aborrecible de la Iglesia actual está garantizando el cumplimiento de estas palabras de Jesús.

“Dices: 'Soy rico; me he enriquecido y no me hace falta nada'; pero no te das cuenta de que el infeliz y miserable, el pobre, ciego y desnudo eres tú” (Apo 3:17 NVI)

Contrariamente a lo que muchos dicen, aquí Jesús no habla de las riquezas materiales. Jesús se está dirigiendo a una Iglesia, por lo que está hablando de riqueza espiritual.

Muchas personas hoy dicen: “Yo soy cristiano, hice mi oración de fé el 3 de febrero de 1978”, están diciendo: “Soy rico, me he enriquecido”.

Otros dicen: “Pero si llevo muchos años en el camino del Señor, no tengo para que ir a los estudios bíblicos”. Están diciendo: “Soy rico; me he enriquecido y no me hace falta nada”.

Más aún, incluso a pastores les he escuchado: “Pero para qué orar tanto, si soy pastor”. Nuevamente, si corazón está afirmando: “Soy rico, me he enriquecido”

¿Es que no se entiende? Miles y Millones dicen hoy: “Soy rico, me he enriquecido, tengo acumuladas riquezas en el cielo y no necesito nada más”

“Cuando el rey entró a ver a los invitados, notó que allí había un hombre que no estaba vestido con el traje de boda. 'Amigo, ¿cómo entraste aquí sin el traje de boda?', le dijo. El hombre se quedó callado . Entonces el rey dijo a los sirvientes: 'Átenlo de pies y manos, y echénlo afuera, a la oscuridad, donde habrá llanto y rechinar de dientes.” (Mat 22:11-13 NVI, énfasis añadido)
“Por eso te aconsejo que de compres oro refinado por el fuego, para que te hagas rico; ropas blancas para que te vistas y cubras tu vergonzosa desnudez; y colirio para que te lo pongas en los ojos y recobres la vista” (Apo 3:18 NVI, énfasis añadido)

Hoy más que nunca, si somos parte de la Iglesia de Cristo, debemos escuchar lo que el Espíritu dice a las iglesias, debemos meditar aún más en la escritura. Son tiempos en que los lobos se han ensañado con el rebaño y no debemos bajar la guardia.

Más que nunca nuestra oración debe ser completa, del corazón, contínua. Hoy nuestros estudios bíblicos deben ser profundos y constantes.

Debemos mantenernos despiertos y no confiar en que asistiendo a una iglesia y repitiendo ciertas palabras como si de un conjuro se tratase tenemos asegurada nuestra salvación. ¡Ése es el peor engaño que podemos hacernos a nosotros mismos!

Nuestro único modelo de perfección es Jesús. No hay otro. Por lo tanto debemos compararnos con él, debemós entregarnos a él y por sobre todas las cosas debemos luchar contra nuestra propia naturaleza para parecernos cada día más a él.

Sabemos que la Salvación es por gracia y viene por la fe. Sabemos que la fe sin obras es fe muerta. Sabemos que las obras sin amor no son más que actos inútiles. Sabemos que todo árbol se conoce por su fruto.

“¿Tú crees que hay un sólo Dios?¡Magnífico! También los demonios lo creen, y tiemblan.” (San 2:19 NVI, énfasis añadido)

Nuestra fe debe ser sincera. Nuestras obras deben nacer desde esa fe sincera. La fe viene por el oír y por oír la palabra de Dios. Debemos alimentar nuestra fe con la palabra de Dios, debemos estar en comunión con Él para crecer y dar frutos. Esto va mucho más allá de hacer una oración y seguir como si nada. Esto va más allá de asistir con regularidad a una iglesia y asimilar una cultura pseudo-cristiana.

“Entren por la puerta estrecha. Porque es ancha la puerta y espacioso el camino que conduce a la destrucción, y muchos entran por ella. Pero estrecha es la puerta y angosto el camino que conduce a la vida, y son pocos los que la encuentran.” (Mat 7:13-14 NVI, énfasis añadido)

¿Entraste por la puerta estrecha? … Perfecto... sigue por el camino angosto.

¿Vas por el camino angosto? … Asegúrate de haber pasado por la puerta estrecha.

"Muchos me dirán en aquel día: 'Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios e hicimos muchos milagros?' Entonces les diré claramente: 'Jamás los conocí, ¡aléjense de mí, hacedores de maldad!" (Mat 7:22-23 NVI, énfasis añadido)

Puedes decir con toda sinceridad que conoces a Jesús. Pero la pregunta realmente importante es esta: ¿Jesús te conoce a ti? ¿Estás siguiendo sus caminos? ¿Ha escuchado tu voz?

Mi deseo más sincero, y mi oración es que tú estés en el grupo que será tomado. Pon tu esperanza en Cristo, no en una oración, no en una ficha de decisión, no en una iglesia. Pon tu esperanza en Cristo. Síguelo a él, búscale a él, imítalo a él.

... continúa

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