viernes, 28 de junio de 2013

Perdón y Olvido

Estaba leyendo sobre la vida de Nelson Madela y el proceso de reconciliación sudafricano, encontre una historia sorprendente que quiero compartir:

"Nelson Mandela enseñó al mundo una lección de gracia cuando, luego de salir de 27 años de prisión y de ser elegido presidente de Sudáfrica, pidió a su carcelero que estuviera a su lado en la plataforma de inauguración. Después desingó al arzobispo Desmond Tutu para dirigir un tribunal oficial del gobierno con un nombre sobrecogedor: Comisión de Verdad y Reconciliación. Mandela trató de aplacar el patrón natural de venganza que había visto en muchos países donde una raza o tribu opresora dominaba a otra.
En los dos años y medio siguientes los surafricanos escucharon informes de atrocidades que salían de sesiones de CVR. Las reglas eran sencillas: si un policía blanco o un funcionario blanco del ejército enfrentaba voluntariamente a sus acusadores, confesaba su crimen y reconocía por completo su culpa, no se le podía procesar ni castigar por ese crimen. Los partidarios refunfuñaban por la obvia injusticia de dejar libres a criminales, pero Mandela insistió en que la nación necesitaba sanidad incluso aún más de lo que necesitaba justicia.
En una sesión, un policía llamado van de Broek contó un incidente en que él y otros policías dispararon a un muchacho de 18 años y quemaron el cuerpo, convirtiéndolo por medio del fuego en algo así como un trozo de carne asada a la parrilla, para destruir la evidencia. Ocho años después Broek regresó a la misma casa y detuvo al padre del muchacho. La esposa fue obligada a observar mientras los policías ataban a su esposo a montón de leña, le derramaban gasolina en el cuerpo, y le prendían fuego.
La sala del tribunal se quedó en silencio cuando a la anciana mujer que había primero perdido a su hijo y luego a su esposo se le dió la oportunidad de responder. <<¿Qué quiere usted del señor van de Broek?>>, preguntó el juez. Ella dijo que deseaba que van de Broek fuera al lugar donde quemaron el cuerpo de su esposo y recogiera el polvo para que ella pudiera darle una sepultura decente. El policía asintió con un movimiento de su cabeza inclinada.
Entonces la mujer agregó una solicitud adicional: <<El señor van de Broek me quitó toda mi familia, y aún tengo mucho amor para dar. Me gustaría que él fuera al gueto dos veces al mes y pasara conmigo un día para que yo pueda hacerle las veces de madre. Además me gustaría que el señor van de Broek supiera que Dios lo ha perdonado, y que yo también lo perdono. Me gustaría abrazarlo para que eĺ pueda saber que mi perdón es verdadero.>>
De manera espontánea alguien en la sala comenzó a cantar <<Amazing Grace>> mientras la anciana caminaba hacia el estrado de testigos, pero van de Broek no oía el himno. Se había desmayado, abrumado."*
¡Que admirable!

Sinceramente, de todas las cosas que nos enseñó Jesús, creo que una de las más difíciles es perdonar. La justicia parece que se nos sale por los poros cuando se trata de nosotros mismos, y nada es más gratificante que ver como se hace justicia.

"Todos somos como gente impura; todos nuestros actos de justicia son como trapos de inmundicia" (Isaías 64:6 NVI)

Desde algo tan simple como un empujón en el metro, un conductor que no respeta un paso peatonal, hasta algo tan terrible como el asesinato cruel y despiadado de tu hijo y luego tu esposo; son cosas que se nos hace difícil, sino imposible perdonar, pareciera como si mientras más grave fuera la falta que se nos hace, más difícil se vuelve perdonar. Pareciera que sólo la justicia y la venganza pueden calmar el dolor y la desesperanza, sin notar que del mismo modo que un analgésico frente a una fractura, sólo pueden producir en el mejor de los casos, un alivio temporal al síntoma del dolor, pero no a la fuente del dolor.

Los discípulos de Jesús comprendieron esta dificultad, y se la plantearon a su maestro:

"Pedro se acercó a Jesús y le preguntó:
- Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar a mi hermano que peca contra mi? ¿Hasta siete veces?
- No te digo que hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete. -Le contestó Jesús." (Mateo 18:22-22 NVI, Alt)
¡Qué difícil!, pero es el perdón lo que trajo sanidad; tanto a la anciana que estuvo dispuesta no sólo a perdonar, sino dar amor al verdugo de su familia y es ese perdón el que puede sanar las heridas más profundas que existan.

Cuando leo en las paredes de mi ciudad "Ni perdón ni olvido", entiendo que hay corazones con heridas tan profundas, que sólo pueden ser sandas por un amor incomprensible, ¡pero hay que estar dispuesto a perdonar".

Perdón y Olvido es lo que mi país necesita... ¡qué difícil!


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* El relato lo tomé textualmente del libro "Rumores de otro mundo"  de Philip Yancey. Un libro que recomiendo a toda costa.

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